Sólo un hombre

Crítica de Diego Batlle - La Nación

La ópera prima de un esteta consumado

Tom Ford, del diseño de modas, a la dirección de cine

Considerado uno de los más influyentes diseñadores de moda de los últimos tiempos, Tom Ford impactó a Hollywood cuando anunció que filmaría A Single Man , transposición de la novela publicada en 1964 por Christopher Isherwood. El resultado final de esta ópera prima es aún más sorprendente, pues muestra no sólo a un esteta consumado (algo que podía intuirse por sus trabajos para Gucci) sino también a un gran director de actores y a un virtuoso narrador.

Más allá de los méritos propios, Ford encontró en Colin Firth eal aliado perfecto para este melodrama (con algunos logrados toques cómicos) sobre George Falconer, un profesor de literatura gay que pierde en un accidente automovilístico a su pareja de larga data (Matthew Goode). Así, la hasta entonces plácida y holgada existencia de este londinense radicado en Los Angeles parece derrumbarse por completo, aunque encontrará en el interés de un joven estudiante (Nicholas Hoult),) y en la lealtad de una amiga y confidente divorciada (Julianne Moore) motivos como para luchar contra sus tendencias suicidas.

La película tiene obvias referencias al cine de Alfred Hitchcock (especialmente a Psicosis), un preciosismo visual (por momentos abrumador y artificioso) que remite a la obra de Wong Kar-wai, citas a la filmografía de Pedro Almodóvar y varios puntos de contacto con la magnífica Lejos del paraíso , de Todd Haynes (y, por ende, con los clásicos de Douglas Sirk), en su exploración de las rigideces y contradicciones de una sociedad poco sensible y demasiado homofóbica.

Sin embargo, Ford no se queda en el mero regodeo esteticista ni en la cita cinéfila, sino que consigue con buenas armas sumergir al espectador en la intensidad emocional, en las miserias y deseos más profundos de un hombre abatido, pero que al mismo tiempo busca cierto fuego interior como para intentar reciclarse, reconstituirse y resurgir de sus propias cenizas.

Ford tiene claro que su cine apuesta por una reivindicación de la belleza y del placer contra la cultura del miedo y la represión. Puede que esta confrontación sea un poco obvia y algo didáctica, pero este novel director consigue algo más importante que esas cuestiones intelectuales. Su historia es sentida, conmueve sin golpes bajos y termina por emocionar. No es poco.