Solo se vive una vez

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

Peter Lanzani se carga al hombro esta fallida comedia de acción, sin lógica dramática ni osadía paródica. Por Sólo se vive una vez desfila un gran elenco, entre ellos Gérard Depardieu y Santiago Segura, pero eso no facilita las cosas.

Muchas escenas de esta producción resucitan fantasmas de los años ‘90, puntualmente títulos como Poliladron, en donde la única gracia consistía en hacer explotar un galpón para demostrar virilidad de recursos audiovisuales. Pero una película quiere demostrar algo cuando desconoce su identidad y va a contracorriente de sus posibilidades. Sólo se vive una vez intenta ser algo que no es y que nunca llegará a ser: un mainstream hollywoodense. Y tampoco opta por la parodia; si despierta sospechas de intenciones lúdicas es por su misma impericia.

Cinco mentes firman este guion de rigor nulo, que salta de situación a situación sin crear un organismo narrativo. Por momentos se tiene la sensación de estar viendo un compilado de sketches: aparece un cura, se lanzan dos o tres chistes religiosos; aparece un sicario, hay tiros; aparece una prostituta, se viene el striptease. Estamos ante fórmulas ejecutadas desde el subdesarrollo, algo que provoca una risa incómoda: no llegamos a sentir adrenalina con la acción pero tampoco la película nos invita a reírnos de ella. Es un juego que los realizadores se terminan creyendo como estudiantes de cine que suponen estar filmando una genialidad.

Peter Lanzani interpreta a Leonardo Andrade, un estafador perseguido por un grupo de mafiosos liderados por Gérard Depardieu, insólito y desaprovechado lujo de casting. El papel de antihéroe a Lanzani no le queda cómodo, no sabe imprimirle picardía, demasiada bondad hay en su porte.

El resto del elenco cae en la caricatura ramplona, Luis Brandoni y Pablo Rago están sólo para hacer muecas. Quien sale mejor parado es Darío Lopilato, quizás el único que se plantó en un registro livianamente cómico.

Los decorados austeros, la fotografía lánguida, el exceso de insultos para darle un tono guarro, la sangre, disparos o palomas hechas por computadora y el uso indiscriminado de drones (acaso el más dañino avance técnico para la gramática del cine) revelan que Sólo se vive una vez fue una película fallida en su origen, un cine de género filmado sin ideas y condiciones apropiadas.