Solo se vive una vez

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Con la intención de recuperar el espíritu de las películas nacionales de acción de décadas pasadas, "Sólo se vive una vez" funciona mejor en sus escenas de tiroteos y explosiones que en sus momentos de comedia.

Federico Cueva tiene una larga trayectoria como doble de riesgo y FX, y ahora salta a la dirección con Sólo se vive una vez, una coproducción argentino-española que hereda la ingenuidad de títulos nacionales de acción de los años 80 en esta historia que transcurre con vértigo en la ciudad de Buenos Aires, en medio del encuentro de la colectividad hebrea en Buenos Aires.

Con ecos de la saga local de Los Superagentes y con referencias explícitas a Testigo en peligro, Terminator y otros títulos con "parejas o tríos desparejos", el film persigue la intención de capturar al público adolescente, pero gana puntos en el terreno de las secuencias de despliegue, explosiones -demasiadas- y persecuciones más que en sus pasos de comedia.

Leonardo Andrade -Peter Lanzani-, un joven embaucador con fobia a las palomas, filma a su novia -Eugenia Suárez- en encuentros sexuales con hombres casados, hasta que se ven involucrados en el asesinato de uno de ellos, un científico que ideó una valiosa fórmula por la que más de uno mataría.

Tras los pasos de Leonardo, el testigo de turno, se lanzará un ejército de guardaespaldas y asesinos comandados por Duges -Gérard Depardieu- y sus secuaces Tobías -Santiago Segura- y Harken -Hugo Silva- en esta propuesta que juega además con el cambio de identidad del incauto protagonista cuando se refugia en un templo y es recibido por el rabino Mendi -Luis Brandoni-.

Leonardo no estará sólo en su peligrosa aventura, sino que lo acompañan Agustín -Pablo Rago-, su hermano sacerdote, y Yosi -Darío Lopilato-, un judío ortodoxo que le asignan como compañero de cuarto.

Con una mirada integracionista entre las diferentes creencias y costumbres de ambas religiones, el film aprovecha para desplegar su generoso presupuesto, entre persecuciones, tiroteos, enredos y caídas al ritmo del tema "I was made for lovin´you", de Kiss.

Cueva se da el gusto de tirar la casa por la ventana y cuenta con un elenco internacional y ecléctico en el que se luce un Lanzani espontáneo, y en el que Segura y Brandoni juegan sus fichas con comodidad, mientras Depardieu impone su contundente figura y malicia entre subtítulos -que en la función de prensa no se leyeron-. Balas no faltan, y también hay una escena agregada durante los créditos finales que aporta poca gracia.