Solo se vive una vez

Crítica de Fernanda Gómez - CineFreaks

Tocar fondo y vivir para contarlo.

¿Hay algo más bizarro que ver un filme argentino donde muestran que se puede estar en medio de una calle de Puerto Madero y presenciar explosiones de la talla de una obra de Steven Seagal? Seguro que no, pero en este proyecto de película de acción (porque no hay otra manera de catalogarlo) las cosas bizarras abundan y mucho.

La historia es tan simple como trillada: Leo (Peter Lanzani), un chico que se dedica a la estafa y robo de ciertos clientes adinerados, con la complicidad de su amiga Flavia (Eugenia Suárez). Por esas casualidades de la vida, se encuentra perseguido por una red mafiosa, liderada por Duges (Gerard Depardieu), luego de haber presenciado un asesinato y quedarse con unos documentos vitales para estos delincuentes. En el camino tendrá que infiltrarse en una sinagoga, hacerse pasar por judío (siendo él católico practicante) y así salvar su vida.
El reparto da para mucho, porque va desde actores del momento hasta los consagrados, ni hablar de la genial participación de Santiago Segura, que siempre se destaca aún en papeles serios. Pero, aunque cueste creerlo, nadie puede esforzarse para producir el milagro de salvar esta cinta inverosímil, deslucida y completamente fuera de eje.

Todo está mal, desde el guión que no tiene ni pie ni cabeza hasta los efectos especiales que son un chiste, completamente artificiales y poco creíbles. Las actuaciones van desde las decentes hasta las que dan pena. No es posible que se les haya ocurrido la idea de que un muchacho como Lanzani, con su corta carrera cinematográfica, pueda cargarse todo un protagónico al hombro y salir airoso. Depardieu hace lo que puede con el guion que le tocó, aun así, está correcto en su rol de villano, pero nada más. El resto del elenco mejor ni mencionarlo, con excepción de Luis Brandoni en su papel de rabino, todos están muy perdidos y se les nota.

Especular con que la gente puede ir a ver una película sólo por sus efectos especiales, por más malos que sean, es un error garrafal. El público no es ingenuo y a estas alturas, el cine argentino ya debería aprender la lección para dedicarse a producir los largometrajes que hasta ahora no estaban defraudando. No queda bien buscar ponerse a la altura de los tanques hollywoodenses de Marvel, DC o cualquier otra producción de Sylvester Stallone. Simplemente no resulta prolijo, no importa la buena intención que se tenga.

Este filme no sólo produce tristeza por todo el talento desperdiciado, también da un poco de vergüenza que se haya vendido a países del sudeste asiático, que tan buen cine supieron dar. Esperemos que este proyecto quede como un mal recuerdo y no se haga costumbre, sino tendremos explosiones para rato en las salas locales.