Solo

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Martín Perino fue un niño prodigio. Un precoz fenómeno del piano que prometía una carrera brillante y como tal fue tratado por sus padres y maestros en busca de una perfección que años después terminó por quebrar su frágil equilibrio psíquico. Como producto de esa presión agobiante, sufrió un brote psicótico y fue ingresado en el hospital José T. Borda de Buenos Aires donde estuvo internado por cuatro años. Es desde ahí de donde lo toma el documental Solo, primer largometraje como director del francés residente en Praga Artemio Benki. Solo parte de una caída (que está fuera de campo) pero sobre todo es una historia de reconstrucción, la que arranca con Martín desde su etapa como interno del célebre hospital neuropsiquiátrico y los días previos a su externación, y continúa cuando, ya viviendo solo en la casa de su infancia, intenta rearmar su vida, lo cual incluye poder seguir haciendo música, en particular tocando el piano, algo que se revela como una tarea para nada sencilla.

El de Benki es un documental de observación y registro, sin entrevistas y sin un relato en off. El film acompaña el presente de Martín y permite que nos vayamos enterando de su historia previa a través de sus propias palabras cuando en su transcurso dialoga con otros. Así es como él mismo va construyendo paulatinamente el relato, reconstruyendo su historia también para sí mismo y resignificándola a la luz de todo lo que atravesó. Martín es además un personaje lúcido, capaz de reflexionar sobre su propio pasado y sobre aquello que lo llevó hasta el lugar donde se encuentra. Claro que ser lúcido y bien articulado no es una garantía contra el sufrimiento ni un reaseguro ante su propia fragilidad o los avatares de la vida, pero sí le permite ir elaborando un sentido sobre lo que le pasa y lo que podría ser a partir de allí.

La música y el instrumento juegan un papel complejo, ambiguo para el protagonista. Esa combinación es parte de lo que provocó su crisis pero es al mismo tiempo condición para su salud mental. Mientras está internado y tiene acceso a piano y teclado, se sumerge en su música y toca con pasión. El acto de tocar se revela como una pulsión apremiante, algo que él mismo llama “una necesidad fisiológica”. Cuando sale del hospital y pierde ese acceso inmediato empieza a vivir algo similar a un síndrome de abstinencia y a deambular erráticamente en busca de satisfacer esa pulsión, presentándose en recitales de moteros para pedir cinco minutos en el escenario, llamando a pubs para pedir que le dejen usar el piano esa misma noche así sea de madrugada, o aprovechando su presencia en una fiesta para sentarse en el piano de la casa y armar un concierto espontáneo para la concurrencia con interacción incluida. En el medio de esa búsqueda calma la ansiedad tamborileando los dedos contra cualquier superficie.

Es ineludible con esta clase de personajes pensar de algún modo la relación entre la locura y el arte. Un tema que el cine abordó muchas veces desde una cierta idealización, suponiendo que una es consecuencia o posibilidad de la otra. El film de Benki, por el contrario, no romantiza la locura y muestra que Martín es un músico talentoso no por su enfermedad sino a pesar de ella, algo contra lo que tiene que luchar todos los días, incluso si forma parte inevitable de su obra, como lo demuestra “Enfermaria”, el título de la composición en la que hace tiempo viene trabajando. En un dialogo con su terapeuta elabora respecto a la categoría de niño prodigio qué parte de la misma es un lastre del que necesita liberarse y qué parte puede rescatar: “fuera el prodigio, que quede el niño”.

Si el documental arranca con su protagonista internado y continua con el mismo afuera, este movimiento no implica por ello un final, aunque es de por sí un gran logro, sino el comienzo de otra etapa no menos difícil ni plagada de obstáculos. Martín tiene que diariamente aprender a vivir afuera y libre, a reconstruirse y también a ser autónomo, poder estar solo aún si siempre se necesita un poco de los otros. Es por ello que lo vemos también en sus fluidas e indispensables relaciones con su terapeuta, sus amigos y compañeros del hospital. Se trata de una historia de supervivencia y en cierto modo de superación, aunque el planteo no es ingenuo y da cuenta de que ese trayecto no es simple ni directo. Martín cuenta con su talento, su inteligencia y su sentido del humor. Y cuenta también con el piano, porque lo que el film sugiere, volviendo sobre esta ambigüedad presente en la vida de su protagonista, es que hay algo como el poder terapéutico de la música.

SOLO
Solo. Francia, República Checa, Argentina, Austria. 2019
Dirección: Artemio Benki. Con: Martín Perino,Federico Daniel Bustos, Luis Roberto Duarte, Soledad Madarieta, Sebastián Moscó, María Isabel Siewers, Cecilia Cibert. Guión: Artemio Benki. Fotografía: Diego Mendizabal. Montaje: Valeria Racciopi, Jeanne Oberson. Música: Martín Perino. Sonido: Pablo Girosa. Producción: Petra Oplatkova, Artemio Benki, Rebecca Houzel, Sergio L. Pra, Arash T. Riahi, Nicolás Tuozzo. Duración: 85 minutos.