Slender Man

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

No debería de extrañar el estreno de “Slender man” a sólo nueve años de su creación. Es más, podríamos decir que esta será la primera de varias adaptaciones de las famosas “creepypastas”. Ya lo sé, usted acaba de frenar en seco y pasarse de largo como esos dibujos de Tex Avery que de tan rápido que iban el frenazo los sacaba fuera del fotograma. Vamos por partes, así lo ponemos en tema.

Las creepypastas son pequeñas historias de terror inventadas por un grupo de internautas. La mayoría de ellas no tienen pies ni cabeza en su construcción, y hasta podríamos decir que son la versión moderna de leyendas urbanas o suburbanas al estilo de “la luz mala”. Al ser productos creados por fanáticos de internet su éxito se basa en la cantidad de seguidores que estas publicaciones logran. La más famosa de estas es, precisamente, Slender Man. David Knudsen, su creador (usando el seudónimo de Victor Surge), editó un par de fotos del campamento estudiantil, agregándole a estas una figura larga, sin rostro y con tentáculos, mimetizada entre los árboles de un bosque. Una suerte de presencia fantasmal y maligna a la cual le inventó ciertos poderes pero, en especial, su propósito de ser una entidad que se alimenta del secuestro de niños y niñas. Todos estos elementos sirvieron luego para crear un video juego, luego otro, y otro. Millones de fans han seguido, y siguen, descargándolo, sumados a otros millones de “me gusta” en YouTube. Fanáticos queriendo saber más del personaje para ampliar el universo.

Ahora sí volvamos a la primera frase: No debería de extrañar el estreno de “Slender man” a sólo nueve años de su creación.

Está claro que arranca con un público cautivo, ávido de algunas revelaciones extra de lo que ya conocen y, en este sentido, los fans tendrán varias razones para llenar las salas. Pero no olvidemos que estamos frente a un producto cinematográfico. Una historia que en términos clásicos necesita ser narrada como pide el género hoy en día: suspenso, sustos con la banda sonora y mucho efecto especial.

Hay que reconocerle a Sylvaine White una intención clara de tratar de evitar estos elementos demasiado Hollywoodenses, y por largos pasajes logra trocar los efectismos por un argumento hilvanado en el sufrimiento de los niños. Es decir, “Slender man” está en sintonía con productos como la serie “Stranger things” (2016 / 2017, Netflix), “Súper 8” (J.J. Abrahams, 2014) o “It”(Andy Muschietti, 2017), en los cuales los chicos son los protagonistas y los miedos de la edad los verdaderos antagonistas.

La historia es la de cuatro amigas-compinches en plena secundaria que deciden juntarse una noche en casa de una de ellas. Hallie (Julia Goldani Telles), Chloe (Jaz Sinclair), Katie (Annalise Basso) y Wren (Joey King, que de haber nacido varón y argentino le hubiese competido al chico Ferro que hace de Robledo Puch en “El Ángel”) están charla va, charla viene hasta que sacan “el tema”. Entre todas las cosas que hacen en las redes sociales le dan cabida a la invocación vía video a un tal Slender man. Hay que seguir algunas instrucciones estrambóticas (cerrar los ojos, escuchar campanas, etc) pero en definitiva quedan conectadas.

Como siempre uno de los secretos está en el casting, porque estamos en plena presentación de los personajes y la empatía con el público es fundamental. Las cuatro chicas están realmente bien, pero un viejo conocedor ya se da cuenta que de seguir adelante y elegir bien, tenemos en Annalise Basso y Joey King un futuro tremendo. Cada una en su registro, fresco, desprejuiciado y espontáneo, tiene con qué destacarse. La invocación da resultado y a partir de aquí habrá algunos sustos bien producidos y un in crescendo correcto para un género que no pide más que eso.

Desde el punto de vista de la creatividad el asiduo al cine de terror encontrará reminiscencias de varias fuentes. Los lugares comunes seguirán siéndolos siempre. Nadie prende la luz, los bosques están filmados con el filtro azul de costumbre, las sombras, las pesadillas que parecen reales, etc. Por suerte hay una apuesta por algunos silencios y por estirar al máximo los clímax de cada escena.

La dirección de arte, banda sonora, y fotografía logran extrapolar el universo del personaje ya instalado en las redes y darle verdadero juego cinematográfico, con lo cual se puede hablar de una buena adaptación de un formato a otro respetando la esencia del personaje, sí, pero además otorgándole la necesaria consistencia para ningún espectador se quede afuera.