Slender Man

Crítica de Ayelén Turzi - Cinergia

El coco está en la casa

Si hay algo que está vigente desde los inicios de la humanidad son los mitos y leyendas urbanas. Antes transmitidas de boca en boca y en oportunidades compiladas por escrito, también llegaron a internet. Conocidas bajo el nombre de creepypastas, son relatos de tinte fantástico o terror que salen de la estricta oralidad para incorporar otros formatos: fotos y videos que pretenden respaldar los hechos a menudo inexplicables. Los principales consumidores de estos relatos son adolescentes, que, con la facilidad de las redes, pueden poner en circulación sus propias creaciones. Y, quizás un poco tarde (la popularidad de los creepypastas viene en picada, además de lo fugaces que son las temáticas virales) llegó Slender Man, basada en una de estas criaturas ¿ficticias? Lejos de inaugurar un nuevo sub-género en el cine de terror, choca una Ferrari.

Cuatro amigas, cada una con algunos problemas o intereses que no son realmente relevantes, una noche de aburrimiento deciden seguir los pasos de un video viral y convocar a Slender Man… una criatura que no cumple deseos ni ejecuta venganzas ni hace nada que amerite que lo llamen. Es un mito de internet, un hombre delgado de entre dos y cuatro metros de alto sin facciones en su rostro y con seis tentáculos en su espalda con los que atrapa a sus vínculos. No, no hay razones para querer que aparezca en tu camino. Pero como “los varoncitos cancheros del grupo” lo iban a convocar, ellas lo llaman también. Y ahí comienza el clásico camino de estas películas: tratar de averiguar qué está pasando, cómo solucionarlo y hacerlo lo suficientemente rápido como para no morir a manos del villano de turno.

El principal problema es el guion. Los personajes actúan de modo forzado, sin lógica, corriendo para dónde le convenga a la acción. Hilando más fino, tiene un gran problema en el punto de vista: vamos asistiendo a las desventuras de las diferentes personajes por separado, cambiando el foco protagónico sin ningún tipo de lógica. Si a priori era difícil empatizar con cualquiera por la propia distancia que tenemos con una adolescente de clase media en los Estados Unidos asustada por algo que vio en internet, más nos cuesta si nos cambian el personaje que lleva la acción adelante constantemente.

Dirigida por Sylvain White, la propuesta no tiene casi nada para rescatar. Ya la base es incoherente y llena de huecos como el mito en que se basa. Las actuaciones no aportan nada nuevo, de hecho por momento rozan la exageración. Los ambientes sonoros que pueden construirse en el género de terror están completamente desperdiciados en detrimento de una banda que no genera ningún valor agregado. Por momentos tiene alguna búsqueda visual, que, al no tener continuidad alguna, pasa desapercibida como un esporádico momento de lucidez.

Slender Man podía colocar de modo definitivo a los creepypastas en la pantalla grande como fuente de inspiración para renovar temáticas de terror pero otorga un resultado final muy pobre. Con decirles que es preferible ver un video de YouTube grabado con Loquendo (la voz automatizada que se utiliza en este tipo de relatos) es suficiente.