Skyline: La invasión

Crítica de Diego Lerer - Clarín

La amenaza esponjosa

Extraterrestres se sitúan sobre Los Angeles y el caos comienza.

Hay películas flojas que terminan resultando buenas, involuntariamente.

Skyline: la invasión bordea, por momentos, la autoparodia, y uno se ríe en situaciones y diálogos ridículos que se acumulan a lo largo de sus minutos. Pero no es lo suficientemente absurda como para que se la termine disfrutando. Es, simplemente, una muy floja película.

De hecho, y pese a lo que puede parecer en sus avances y afiches, Skyline es una película pequeña, casi Clase B, que sólo al final revela algo más que efectos especiales animados seguramente montados después del rodaje con los cinco o seis actores principales de este drama. Dos amigos, sus novias, alguna amante y poco más. Una torre tipo condominio con una piscina. Un departamento lujoso y su terraza donde sucede gran parte del filme. Y, en el fondo, una animada amenaza extraterrestre pegajosa y difícil de vencer.

Es que Colin y Greg Strause, los directores, son especialistas en efectos y han trabajado en eso para clásicos como Titanic y Avatar . Y deberían seguir haciendo eso. Los efectos no están mal aquí, especialmente si se considera que tuvieron mucho menos presupuesto. Pero parecen desconocer casi todo lo demás -guión, actuación, puesta en escena, etc.- que implica hacer una película.

Jarrod y Elaine son una pareja que va a Los Angeles a visitar a un amigo de él, Terry, al que le va muy bien económicamente. Ella se acaba de enterar de que está embarazada y al llegar se da cuenta de que Terry quiere convencerlos de quedarse a vivir allá y trabajar para él.

Pero mientras Terry se divierte entre fiestas y chicas, y la pareja piensa qué hacer, una amenaza extraterrestre se planta sobre el cielo de Los Angeles y todo lo demás pasa a segundo plano. De ahora en adelante será cuestión de zafar de los alienígenas, mezcla de pulpos, lagartos y mariscos de todo tipo y color. Babosos y gomosos, de esos.

Casi todo lo que sucede es previsible -salvo el final, que depara alguna sorpresa que lleva a pensar en futuras secuelas-, pero de la peor manera. Una mezcla de La guerra de los mundos con Sector 9 y Alien vs. Depredador (la dupla dirigió la secuela), pero en versión miniatura y no particularmente celebrable por eso. Digámoslo de otra manera: no es un John Carpenter ni un clásico de Clase B. Es una película mediocre y pegajosa, pero el efecto, por suerte, se pasa muy rápido.