Skinamarink, el despertar del mal

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Esta película viene precedida por muchos elementos que la transforman en un verdadero fenómeno. Hecha con un presupuesto mínimo de 15.000 dólares, en la casa natal de su joven director Kyle Edward Ball, en su ópera prima. El filme ya lleva recaudado 140 veces su presupuesto y aquí va a tener un gran lanzamiento de la distribuidora especializada Terrorífico films. El hecho de que la película se haya filtrado en las redes y se transformó en fenómeno viral antes de la opinión de la crítica contribuyó a su fama. ¿Fue un golpe maestro de publicidad como ocurrió con el proyecto Blair Witch? Perdón la desconfianza. Pero como ocurrió con “Actividad Paranormal” donde el espectador estaba pendiente de una mantita que se movía sola, aquí la propuesta exige mucho de quien la mira. Es que el director no hace concesiones, se basó en lo que considera un tema recurrente de pesadillas infantiles: sentir que hay un monstruo en la casa y que uno está solo. Aquí se pone a prueba la paciencia, se oculta información, rostros, claridad y luz. Son cien minutos- extensos- de imágenes granuladas de calidad VHS pre-digital, y como fondo e imagen dibujos animados de los años 30. De ahí el título. Solo se ven los pies y las piernas de dos hermanitos vestidos con pijamas que se preguntan qué pasa en la casa, donde su padre no está, de su madre la nena no quiere hablar, y las escenas están iluminadas casi siempre por la luz del televisores encendidos o una linterna con ángulos de paredes, de techos, de sombras, de juguetes que se colocan en lugares distintos, de susurros y mínimas revelaciones. Una noche interminable donde el niño informa que las puertas y ventanas desaparecen. Nada sucede hasta que sucede. Tarda eso sí. Pueden pasar dos cosas, el que entra en el código sentirá lo siniestro que se agranda en el imaginario del espectador, el mal crece en esa casa. Pero también puede suceder que la irritación lo gane y sienta que todo es repetitivo y tedioso. Hay que ir y tener opinión propia. Personalmente entre en el juego y salí de él con facilidad.