Sintientes

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"Sintientes": en defensa de la naturaleza.

La nueva película del director de "Arrieros" retrata la labor que un equipo de ambientalistas realiza junto a la comunidad de San Francisco, un pueblo ubicado en plena yunga en la provincia de Jujuy.

Planteada como un híbrido entre el documental de registro y el de tesis, Sintientes retrata la labor que un equipo de ambientalistas realiza junto a la comunidad de San Francisco, un pueblo ubicado en plena yunga en la provincia de Jujuy. Un trabajo a través del cual sus habitantes reciben una serie de conocimientos, cuyo propósito es el de generar iniciativas autosustentables a partir del empleo responsable de los recursos naturales que se encuentran a su disposición, pero sin descuidar la relación de equilibrio con el medio ambiente. El objetivo de los mismos es el de fomentar una economía comunitaria y cooperativa, cuya lógica va en contra del modelo extractivo que toma de la naturaleza sin conciencia de la finitud de los recursos y del impacto que provoca su explotación indiscriminada.

“La Tierra se ha tomado todo el movimiento de la vida para ser lo que es. Cuando los hombres vinimos a parar a aquí, no preguntamos las reglas básicas para vivir en este lugar: somos los hijos desobedientes. Ladrones de la naturaleza. Hemos asaltado, hemos herido, y ahora queremos curar”. La frase que abre el film, dicha por el encargado del taller de agricultura, funciona como declaración de intenciones de Sintientes, un impulso por aportar a la construcción de un mundo consciente del daño que le causó al planeta la presencia del hombre como especie dominante. La película, dirigida por Juan Baldana, retrata distintas etapas en el desarrollo de esos talleres, que van de la artesanía a la construcción; de una farmacología basada en rica biodiversidad de la yunga jujeña a la apicultura; o de la producción de combustibles y fertilizantes naturales a la confección textil.

A través de un montaje paralelo, Sintientes registra el avance de los cursos, a los que intercala con escenas cotidianas de San Francisco. Sin embargo, nunca especifica si lo que se muestra es una experiencia piloto; si tiene una continuidad que excede lo exhibido, ya sea en San Francisco o si se replica en otros pueblos del país; o si solo se trata de talleres dictados ad hoc para ser filmados. Lo más cercano a ese dato aparece en una placa final, que aclara que esta experiencia fue posible gracias a una donación privada y que todo lo recaudado por la película será donado a su vez a la propia comunidad. Pero nada se dice respecto a la continuidad del proyecto más allá de los límites del registro cinematográfico.

La ausencia de esa precisión, que ayudaría a entender la historia detrás de la iniciativa y su proyección, deja a la película un poco en el aire y priva al espectador de una información que permitiría tener el contexto completo. Como plus, Sintientes exhibe su capacidad para registrar con notable sensibilidad fotográfica el paisaje de la yunga, sacándole provecho a los recursos técnicos con los que cuenta. Esto incluye el uso virtuoso de los drones, que habitualmente cumplen una mera función decorativa, pero que acá están a disposición de retratar al entorno del modo más completo y bello posible.