Sinónimos: Un Israelí en París

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Los dilemas de la palabra

El realizador israelí Nadav Lapid, reconocido por su film Policeman (Ha-shoter, 2011), una gran obra sobre un comando de una división antiterrorista de Israel, regresa con Sinónimos: Un Israelí en París (Synonymes, 2019), una película sobre el cruce de idiosincrasias, la condición de extranjero y la interpelación del otro que nos refleja.

Recién llegado de Israel, Yoav (Tom Mercier) es encontrado en estado de hipotermia por una pareja francesa, Emile (Quentin Dolmaire) y Caroline (Louise Chevillotte), tras ser víctima de un hurto. Los tres entablan una inusual amistad y Emile, un joven que pretende convertirse en escritor, queda fascinado por las apasionantes historias de Yoav sobre el ejército y la vida de él y sus parientes en Israel. Buscando trabajo Yoav entabla relación con varios israelíes como Michel (Olivier Loustau), otro inmigrante siempre en busca de pelea, y consigue un puesto de seguridad en la Embajada de Israel en París, pero el joven se siente un completo extranjero con una forma de encarar la vida completamente diferente, incapaz de asimilarse a la vida civil gala.

El film sigue al protagonista en su periplo por París con sus amigos israelíes y franceses para indagar en la condición de desarraigo de los extranjeros, la imposición de la cultura oficial y las diferencias entre las sociedades y los países desorganizados, en guerra o en estado de ebullición y la organización institucional de las democracias industrializadas europeas. En febriles caminatas Yoav recorre las evocadoras e imponentes calles parisinas mascullando sinónimos y relacionando palabras que discuten entre sí. Las frases y los términos se unen para hilvanar conceptos e ideas que el personaje va desarrollando para enfrentarse simbólicamente en su interior tanto al estado belicoso permanente de su país como a la paz inquebrantable de París.

Tal vez como una ironía del destino, Lapid coloca como símbolo de la quietud de la capital de Francia a la Catedral de Notre-Dame, parcialmente afectada por un incendio a mediados de este año antes de la filmación de las escenas. En distintas secuencias hay también una provocación del protagonista o de sus amigos israelíes a la apatía francesa, ya sea en fiestas, en el subte, en la calle o en un bar: los inmigrantes intentan que su carácter sea reconocido insertando una pizca de caos y rompiendo la previsibilidad, pero los personajes sólo encuentran desidia y miradas incómodas ante la moderada perturbación del estado de normalidad.

El film también destaca la importancia del idioma para la construcción de la identidad. Para integrarse en Francia el protagonista decide abandonar el hebreo y adoptar completamente el francés, que ejercita con un diccionario conjugando sinónimos y realizando asociaciones. El lenguaje adoptado nunca cobra para el protagonista la importancia del materno, que tiene una carga simbólica y emocional de la que carece la lengua del país adoptivo de Yoav. El aprendizaje autodidacta del francés funciona como uno de los mecanismos a los que acude el protagonista para su proceso de asimilación a la cultura gala, curso siempre inconcluso que deja heridas y marcas en el orgullo.

Sinónimos: Un Israelí en París es una obra que remarca al cuerpo como objeto de los distintos dispositivos de control y disciplinamiento sociales que aplican las instituciones. La película de Nadav Lapid es así una interpelación directa y constante a las democracias europeas sobre los problemas sociales de los inmigrantes, las políticas de asimilación, las contradicciones que separan a los países en paz de los países en guerra y la responsabilidad de los primeros para con los segundos en un mundo inextricablemente globalizado.