Sinónimos: Un Israelí en París

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Filme audaz, inteligente y ácido sobre los refugiados que se preguntan ¿dónde vivir?.

“Sinónimos” (Título original: “Synonyms”) el filme de Nadav Lapid (“Policeman”, 2011, "The Kindergarten Teacher" –“Haganenet La maestra de jardín”, 2015), es complejo, asombroso y enloquecedor como la realidad en que sumerge a sus personajes. Comienza con un plano secuencia de un joven que recorre las lluviosas calles de París. Por su aspecto es un inmigrante. Luego el espectador descubrirá que es israelí y se llama Yoav (Tom Mercier, atleta de judo, estudiante de teatro y bailarín, un excelente y revelador debut en la pantalla.)

En una secuencia de baja definición llevará a Yoav hasta un antiguo edificio, esos llamados Hotel de Ville del siglo XVIII, instalados a orillas del Sena. Desentierra una llave y abre la puerta a un piso vacío, frío e inhóspito. La cámara lo recorre como examinado lo desconocido.

Más tarde la cámara recorrerá otro piso en donde despierta Yoav, el de una pareja burguesa que vive debajo: Émile (Quentin Dolmaire, el héroe de “My Golden Days” – “Mis días de oro”, 2015, de Arnaud Desplechin) y Caroline (Louise Chevillotte, la joven amante de ”Lover for a day” - “Amante por un día”, 2017, de Philippe Garrel). Todo cambia, el buen gusto y refinamiento circunda el apartamento.

Émile es filósofo y sexualmente ambiguo, está escribiendo un libro que probablemente nunca terminará llamado “Noche de inercia”. Caroline es una joven nerd, intelectual, elegante, despreocupada, sexy, y toca el oboe, La pareja, que lo ha recogido desmayado, producto de una gran hipotermia, lo adopta. A partir de ese momento el espectador disfrutará de varias escenas muy delirantes en sí mismas, plagadas de literatura exquisita y salvaje. En ciertas ocasiones, Yoav se muestra exigente, desorganizado, controlado, infantil, erudito, ingenuo y abrumado, también con cambios inescrutables de un momento a otro. Su rescate es el comienzo de un triángulo amoroso pasivo-agresivo que recuerda a “Jules y Jim” (François Truffaut, 1962), pero con un subtexto homoerótico más superficial.

El desnudo de un bello cuerpo masculino, como el Tom Mercier, parece ser el sinónimo de una escultura viviente de Miguel Ángel, y Lapid lo presenta en todas las variantes posibles: masturbándose en medio del espacio vacío al comienzo del filme, luego como modelo de un fotógrafo porno y en sus relaciones amorosas.

“Sinónimos” no posee una trama articulada y lineal, su complejidad radica en el hecho de que casi todos los momentos y eventos son incrustados con significados contradictorios. Lapid dijo que el “tiempo era un estado de conciencia” y la circulación errática del filme lo refleja. Sin explicación Lapid corta las historias en discontinuos «flash-back», por ejemplo: cuando Yoav dispara su ametralladora al ritmo de “Frencher-de-papas fritas” de Pink Martini, "Je ne veux pas travailler …". O cuando recibió una medalla de plata y dos compañeros soldados interpretaron al dulcemente insidioso ganador del concurso de Eurovisión “Hallelujah La Olam”.

Yoav tras escapar de Israel, lucha por deshacerse de su nacionalidad. Primero a través de su obsesión con la legendaria figura troyana de Héctor, un guerrero cuyo destino, como el campeón de una nación, fue perder frente a Aquiles. Luego incorporándose a una forma de vida diferente, con costumbres diametralmente opuestas a las que se vive en un clima de guerra permanente que no permite aceptar la posibilidad de derrota.

Nadav Lapid no limita su exploración a unos pocos planos siguiendo una estética clásica, más bien utiliza toda una artillería de: tomas grupales medianas y largas, ángulos diversos y variados, Primeros planos, fondos blancos inmaculados, escenas nocturnas, colores, imágenes en movimiento e imágenes fijas, planos detalle, plano secuencia, juega con la imagen interna y externa sin caer en la incoherencia. En el filme existe una especie de diversidad visual, que siempre trata de mantenerse fiel a lo que está sucediendo en cada escena, y a la vez de dar una visión opuesta a lo que está sucediendo en las mismas.

Nadav Lapid junto con su director de fotografía Shaï Goldman conjuga con Tom Mercier una danza visceral propia que va asfixiando, silenciosamente, al personaje a través del lenguaje, desde un francés articulado en cientos de sinónimos, hasta un hebreo desarticulado por el nuevo idioma.

La verdad para Nadav Lapid fue fundamental ya que se aferró a ella para contar su propia historia, ocurrida hace 17 años antes, cuando llegaba a París. Según una entrevista para “Cineuropa” sostuvo: “Creo que lo que me fascina como director fue crear una película que también sea muy física y cruda, concreta y a veces brutal, como una forma de revivir ideas, crear caos y evitar simplemente terminar con un concepto que se encuentra con otro concepto . (…) Mi objetivo general era capturar algún tipo de verdad en relación con ciertos momentos, en lugar de crear un medio de ficción autobiográfica. Estoy convencido de que toda experiencia humana puede servir como una ventana a la existencia. Mi experiencia personal no fue tan inusual, pero pude entrar en detalles porque me pertenecía. Entonces, en ese sentido, sí, todo lo que sucede en la película me pasó a mí, pero en cierto modo, creo que todos estamos obligados a enfrentar ciertas preguntas sobre la identidad. ¿Hasta qué punto somos esclavos de nuestro pasado y lugar de nacimiento, como ¿opuestos a las personas libres? ¿Realmente queremos libertad? ¿Realmente podemos transformarnos en alguien más?”.

Al igual que muchas historias de expatriados, “Sinónimos” revela la inutilidad de mudarse al extranjero para alejarse de uno mismo, ya que la verdadera pelea es contra los propios demonios. Encasillando a israelíes y parisinos por igual, la película posee una multiplicidad de lecturas. También cuestiona las democracias europeas sobre el tema de los refugiados, las políticas de asimilación y las contradicciones que separan a los países en paz de los que están en guerra. El mundo desde esa mirada proporciona un desenfoque frenético para Yoav.

El filme subraya la importancia del idioma para construir una identidad. Yoav decide abandonar el hebreo su lenguaje materno, con la carga simbólica y emocional que ello implicaba. El lenguaje adoptado lo ejercita con un diccionario conjugando sinónimos y realizando cientos de asociaciones. Ese aprendizaje autodidacta es un curioso mecanismo para adaptase a la cultura francesa.

“Sinónimos” posee cierta reminiscencia a los filme de “la nouvelle vague” con sus triángulos amorosos, especialmente los Claude Chabrol (“La mujer infiel”. 1968, “Al anochecer”, 1971, “Accidente sin huella”,1969). Como Chabrol lo más importante de Lapid es la veracidad de su visión de conjunto, ésta se basa en la importancia de sus secuencias individuales, y en la manera en que forma y construcción interactúan para crear el contenido narrativo. El juego de miradas, y especialmente el lenguaje no verbal que sus personajes expresan, son algunos de los recursos formales que intervienen en la construcción de la realidad dentro del film, pero esta construcción nunca se convierte en una referencia estética, sino que desaparece completamente para dejar a los personajes actuar de forma autónoma.

“Sinónimos” es un filme de imágenes que no se relacionan con ilusiones y quimeras, sino con una realidad muy cruda que es la de los inmigrantes, que escapan de sus países y buscan refugio en otra realidad, que no siempre le es amigable y en la mayoría de los casos es muy hostil. Ese es el drama de la geografía íntima de los refugiados que se preguntan ¿dónde hay que habitar?.