Sinister 2

Crítica de Alan Schenone - Proyector Fantasma

El susto de lo que ya pasó

El demonio de los niños está de vuelta. Sinister 2 (USA, 2015) amplía el mundo que dejó atrás a Ethan Hawke en Sinister (2012), con nuevas víctimas, mientras se explora el origen del espíritu que causó los asesinatos. Al mantener las bases que hicieron un gran éxito al primer film, el director Ciaran Foy (Citadel – 2012) buscó encontrarle la vuelta a una segunda parte que no coordinó con su importante materia prima, en la relación guion-dirección-reparto.

Luego de la muerte de los Oswalts y la desaparición de la hija más chica (hechos que ocurren en la primera entrega), el ex-ayudante del sheriff (James Ransone) continúa con su investigación sobre el demonio Buhguul. Entre tanto, Courtney (Shannyn Sossamon), víctima de violencia de género, se esconde de su esposo junto a sus dos hijos gemelos de nueve años, Dylan y Zach, en una casa en medio de la nada. El nuevo hogar de la familia, situado junto a una iglesia abandonada, es el escenario donde el demonio sigue con sus planes.

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Sin ningún tipo de innovación respecto a la primera entrega, la dirección a cargo de Foy cae en lugares comunes y predecibles. En el marco narrativo, con el guión de Robert Cargill y Scott Derrickson (director de la película anterior), el filme se focaliza a desentrañar la mitológica histórica detrás de Bughuul, mientras descuidan la investigación para derrotar al espíritu. Además, se personifica al nemesis y le quitan el aura espectral que lo hacía tan aterrador. Por eso, Bughuul, al ser una entidad ya conocida por el espectador, pierde la cuota de terror y susto que lo caracterizaba, por mantener e imitar la impronta de la primera película sin ofrecer nada novedoso.

Una falla importante en Sinister 2 recae en la falta de protagonismo de sus actores principales: ninguno llena el cupo para sobrellevar el film. A pesar que no hay malas actuaciones, tampoco logran una interpretación lucida y significante. Ni Ransone ni Sossamon salen de la superficialidad de sus encarnaciones, aunque sus interpretaciones sean aceptables. A diferencia de la primera, donde las decisiones del personaje de Ethan Hawke estaban relacionadas con su profesión y su familia, y ambas entrelazadas entre sí, en Sinister 2 se pierde ese atractivo de thriller.

Las impactantes películas caseras que caracterizaron a la primera entrega no están a la altura en esta secuela. Este cóctel de malas decisiones solo toma aire en el final de la película, en el único momento de tensión. Los niños son el punto de anclaje entre lo espectral y el mundo real, aunque nunca se llega a un clímax imponente en cuanto a su presencia.

Sinister 2 es el reciclaje de un producto que en su momento dio buen resultado gracias a una historia original y buenas actuaciones, pero en su continuación ambos factores brillaron por su ausencia. A pesar de mantener la dupla original creativa, no pudieron desarrollar de manera satisfactoria a un gran antagonista como Bughull.