Otra Sinfonía en la cartelera porteña a partir de este ultimo jueves de noviembre. La otra, Sinfonía para Ana, está siendo todo un éxito para los días que corren. - Publicidad - Sinfonia en abril de Teresa Saporiti (Nelly Omar Cantora Nacional; Un dia de pesca) y Claudio Remedi (Fantasmas de la Patagonia, La ilusión de Noemí) es un film-conmemorativo por los cien años del Genocidio Armenio que tuvo lugar desde el 24 de abril de 1915 hasta 1923. Primero como éxodo y luego como genocidio más de 2 millones de armenios fueron asesinados por turcos del Imperio otomano. Su estreno no alcanzó a ocurrir durante las abundantes celebraciones del 2015. La colectividad armenia es muy importante en nuestro país más de 120 mil personas integradas a esta tierra de inmigrantes por excelencia. Por lo tanto es importante también este homenaje cinematográfico que parte justamente parte de las celebraciones culturales y artísticas en Buenos Aires durante aquel año 2015 y las pone a dialogar con los preparativos de la silenciosa marcha que tuvo lugar a lo largo de la ciudad de Erevan, capital de Armenia, hasta su memorial. Los directores eligen la modalidad de observación como testigos mudos de una construcción desde el presente y desde Argentina mostrando los homenajes en las aulas de las escuelas de la colectividad, los ensayos de los bailes típicos o los coros y haciendo digno tributo a la fecha y a la comunidad. En busca de cierta unidad que el documental no requería, algunas escenas de una mujer que camina por el desierto van apareciendo a lo largo del film, pero la potencia y la asociación de las imágenes que se despliegan en los 70 minutos hubieran alcanzado no solo a la seriedad de lo conmemorativo sino también a la contundencia fílmica de su enunciación.
Sinfonía en abril, de Teresa Saporiti y Claudio Remedi Por Marcela Barbaro El 24 de abril de 1915 fue la fecha que da comienzo al genocidio armenio en manos del Imperio Otomano, (hoy, Turquía) dejando un saldo de 1.500.00 víctimas. Los sobrevivientes lograron exiliarse en distintos países como la Argentina. Actualmente, hay Estados que siguen negando lo sucedido. A partir de la conmemoración de los 100 años del genocidio que, aún sigue impune, en la ciudad de Ereván, la capital de Armenia como en Buenos Aires, las comunidades se preparan para las ceremonias en honor a las víctimas. Los realizadores Teresa Saporiti y Claudio Remedi, representantes del grupo de Boedo films, toman éste hecho histórico y unen ambas ciudades conectadas desde el dolor y las pérdidas. Sinfonía en abril, es un documental de observación que hace énfasis en la importancia de la memoria y donde se renueva el reclamo de justicia. El proyecto registra en forma paralela los preparativos de los homenajes en ambas capitales durante el mes de abril de 2015 y culmina con la conmemoración del 24 de ese mes. Mientras en Ereván se prepara una manifestación que recorrerá las calles hasta el memorial para llevar sus flores y ofrendas. Los carteles en las calles recuerdan el genocidio. Y una restauradora reconstruye minuciosamente un antiguo libro con la historia de su país. Simultáneamente, en Buenos Aires, un coro ensaya en la iglesia canciones de homenaje, se preparan danzas típicas, se realiza una campaña de donación de sangre bajo el lema “donemos vida. 100 dadores por 100 años”, y también se recuerda a los armenios desaparecidos por la dictadura cívico militar a 39 años del golpe. Entre la fluidez de las imágenes hilvanando los acontecimientos, se intercala el recorrido de una mujer que camina descalza por Armenia como reconstruyendo el éxodo y uniendo el pasado con el presente. Los archivos con fotos de la masacre, las filmaciones de época y un breve audio sobre lo acontecido, terminan de definir y darle forma al relato. El documental de observación registra los hechos que suceden delante de su cámara en tiempo real sin ficcionalizarlos, ni hacer que sucedan; se capta el movimiento, la tensión de los rostros, y se vuelve partícipe- testigo de los acontecimientos, a los que invita al espectador como una suerte de voyeurista. Los realizadores Saporiti y Remedi trabajaron muy bien la retórica discursiva, a partir del cuidado en la estética visual, del uso del sonido y la edición. Tras su pre estreno en la Muestra DOCA, la película responde al espíritu del grupo de Boedo films, un colectivo de realizadores que, desde 1992, se muestran comprometidos con la realidad y la historia a través su producción documental (Fantasmas en la Patagonia, Agua de Fuego, Esma, La historia invisible, Nelly Omar Cantora Nacional), y de algunos filmes de ficción como La ilusión de Noemí de Claudio Remedi. Sinfonía en abril no abunda en detalles informativos, ni cuenta las causas del genocidio, como si diera por hecho que el tema ya se conoce previamente. Más bien, apela a lo sensorial, utiliza lo metafórico (en relación a esa mujer que vemos durante todo el documental), y une la memoria con lo vivo, como cuando se escuchan los latidos de un corazón o en la escena de las campanadas, donde el sonido de múltiples iglesias se multiplica en honor a los mártires. Esa es la sinfonía que intenta desdibujar las fronteras entre Everán y Buenos Aires para dar mayor visibilidad al primer genocidio del siglo XX. SINFONÍA EN ABRIL Sinfonía en abril, de Argentina, 2017. Dirección: Teresa Saporiti y Claudio Remedi. Cámara: Lucas Martelli, Claudio Remedi. Diseño de Sonido: Horacio Almada. Duración: 70 minutos.
Sinfonía en abril: el recuerdo del genocidio armenio Teresa Saporiti y Claudio Remedi eligieron no utilizar ciertos recursos típicos del documental para hablar sobre los cien años del genocidio armenio y su conmemoración, el 24 de abril de 2015, en Buenos Aires (ciudad que recibió una importante inmigración de Armenia) y en Ereván. En lugar de testimonios a cámara o narraciones en off, prefirieron mostrar los preparativos de la comunidad armenia local: los ensayos de las danzas típicas y de un monumental coro reunido para la ocasión y las clases en un colegio en el que una profesora habla sobre el genocidio armenio. Es un acercamiento interesante, pero queda la sensación de no haber accedido por completo a la riqueza de la colectividad
Dirigida y escrita a cuatro manos por Teresa Saporiti y Claudio Remedi, “Sinfonía en Abril” es un documental sobre el centenario del Genocidio Armenio. Lo que hacen sus realizadores es enfocarse en la ceremonia y en sus preparativos. Así, no explora específicamente el genocidio ni hay historias personales en el medio, de hecho no hay ni un solo testimonio, sólo se dedica a observar. Diferentes formas de prepararse para esa fecha. Una marcha hasta el memorial llevando flores y ofrendas, una restauradora con un antiguo libro sobre la historia de su país, un grupo practicando danzas típicas, un coro ensayando el homenaje, una campaña de donación de sangre y clases escolares sobre el genocidio armenio son algunas de las líneas narrativas que paralelamente se van desarrollando tanto en Buenos Aires con la colectividad armenia de acá como en Ereván, capital de la República Armenia. Todo para confluir en la ceremonia, con esa sinfonía que da título a la película. La cámara generalmente elige no acercarse, observar sin introducirse, ser un testigo. Claro que en la elección de las imágenes luego surgen diferentes reflexiones, especialmente sobre el pasado y el presente y la importancia de la historia y su memoria. Todo esto de una manera siempre más bien sutil. Al no abundar en detalles ni acercarse demasiado a ningún personaje en particular, tampoco explorar al genocidio en sí, ni cómo ni por qué se dio, por momentos se lo siente algo frío o distante, interesante siempre por su temática poco tratada pero con la sensación de que falta algo de profundidad, algo que nos introduzca un poco más. Un singular tratamiento del tema, singular principalmente porque elige correrse de la tragedia y de lo más doloroso, pero no lo niega ni lo esconde, sólo que elige mostrar a personas que se juntan con alegría para conmemorar y comprometerse con la historia de su país.
Desembarca esta tarde en el cine Gaumont una pequeña muestra de la capacidad del pueblo armenio para combatir el silencio cómplice, el negacionismo, el riesgo de olvido derivado de la diáspora y del paso del tiempo. El retazo en cuestión es un documental argentino sobre los actos conmemorativos que tuvieron lugar en Buenos Aires y Ereván el 24 de abril de 2015, por el centenario del genocidio a manos del imperio otomano. Sinfonía en abril se titula, y lleva el sello del Grupo de Boedo Films. La película de Claudio Remedi y Teresa Saporiti anula los 13.300 kilómetros que separan nuestra ciudad de la capital armenia, a partir de la articulación del material fílmico registrado acá y allá. La crónica de los ensayos y del Día D crea una dimensión espacio-temporal donde los descendientes de los sobrevivientes de la barbarie turca que migraron a la Argentina conviven con aquéllos que permanecieron en el Cáucaso sur. En esta dimensión difícil de representar también mora la memoria colectiva e histórica de los armenios. Los realizadores consiguen retratarla en las clases dictadas a alumnos de quinto año del secundario del Instituto San Gregorio El Iluminador, en los ensayos del coro Cien Voces por Cien Años y de distintos conjuntos de danzas folklóricas, en un tradicional desfile a caballo, en los trabajos de curaduría realizados en el museo Matenadaran, en las ofrendas florales depositadas en el monumento Dzitsernagapert. A Remedi y Saporiti les bastan escasas imágenes de archivo para recordar el crimen de masas que el denominado Gobierno de los Jóvenes Turcos perpetró entre 1915 y 1923. A todas luces les interesa menos retrotraernos a la ejecución de aquel exterminio convenientemente disimulado detrás de la Primera Guerra Mundial que reivindicar el reclamo de Memoria, Verdad, Justicia realizado un siglo después. En este punto corresponde aclarar que no es caprichosa la transcripción de la célebre consigna argentina, dada la decisión de incluir entre los actos destinados a conmemorar aquel horror centenario un homenaje a los ciudadanos de origen armenio que desaparecieron en nuestro país durante la dictadura de 1976 a 1983. Con tino, Remedi y Saporiti les conceden especial protagonismo a los jóvenes. Las secuencias filmadas en el aula señalan la importancia de ofrecerles una formación irreductible a la enseñanza de fechas y cifras históricas. La clarísima invitación pedagógica a reconocer violaciones a los derechos humanos de otros pueblos y cometidas en la actualidad sensibiliza especialmente a los espectadores convencidos de que los crímenes de Estado no son ni exclusivos de un solo país ni un fenómeno del pasado.
Un documental de Teresa Saporitti y Claudio Remedi que unen a dos ciudades en un día muy particular. Buenos Aires y Erevan en el aniversario numero cien del genocidio armenio, una herida abierta que significo la muerte de un millón de personas. Los armenios se preparan para honrar a las victimas y reclamar justicia. En Erevan es el día para que toda la población llegue hasta el imponente Memorial a dejar flores que formaran montañas coloridas. Todos llevan un ramo, fotos de ese pasado doliente, antorchas. En Buenos Aires la comunidad de ese origen, se moviliza en clases y recuerdos, ensayos de bailarines y acróbatas, en actos como la donación masiva de sangre, o en el recuerdo de los desparecidos armenios durante los años de la dictadura militar. Y cuando llega el día del recuerdo, las flores y las antorchas iluminan la ciudad. Como en Erevan. Es el honrar la memoria que cada armenio o descendiente de armenio que sabe que no debe perderse y el reclamo por esa enorme injusticia tampoco. Con ese espíritu los directores captaron el pulso de las dos ciudades en un abril único, de luto, de presencia, de visibilidad. De poesía y desgarro. De identidad y reclamo.
Historia en dos ciudades Dirigido por Teresa Saporiti y Claudio Remedi, Sinfonía en abril (2017) es un documental que gira entorno a la unión de dos puntos geográficos distantes y lo hace a partir de un hecho trágico para la humanidad como fue el primer genocidio del siglo XX. El genocidio armenio narrado bajo una mirada contemplativa se presenta a través de dos ciudades que, con una inhóspita firmeza, aparecen como las encargadas de contar lo sucedido. Y lo hacen mostrando un lenguaje visual innovador, lleno de simbología y de atractivas imágenes oníricas. La película básicamente entrelaza a Buenos Aires y Ereván durante el pasado 24 de abril cuando se preparaban para los actos por el cumplimiento de los 100 años del genocidio armenio perpetrado por el imperio Otomano, hoy Turquía. En Ereván se alistan las Iglesias y los colores de las flores en las calles y empiezan los actos conmemorativos. En Buenos Aires, por otro lado, están presentes los jóvenes descendientes de armenios que estudian en su lengua materna el éxodo armenio y alistan bailes y comparsas, y una sinfónica para el final que será un canto de vida ante la tragedia. Así mismo, la gente dona sangre pues también se recuerda a los armenios que fueron víctimas de desaparición durante la última dictadura militar argentina. Sin duda que lo más interesante de todo el documental es su manera de unir dos ciudades por un suceso histórico. Una especie de novela decimonónica, descriptiva, directa, como si ambas ciudades pudieran hablar por sí solas. Tenemos el evento central en dos puntos distantes y que se van alternando, como una novela de Charles Dickens, dejando en manifiesto una cultura y el ambiente que la rodea. Sin voz en off, sin un organizador tangible, sin relator, sin testigo, sin personalizar, sólo una especie de narrador omnipresente que nos muestra todos los puntos importantes. Viene a la memoria Berlín: Sinfonía de una ciudad (1927) donde el espectador se va atrapando por estas imágenes urbanas que cuentan de una rutina, de un orden: de su gente, de una atmósfera que se hace cada vez más presente. A este ritmo, si bien pausado y que necesita de la atención del espectador, se le suman elementos oníricos: Una simbología potente que tiene a la religión y a la muerte como elementos importantes. Una preocupación por intercalar escenas “enrarecidas” por su composición arquitectónica y que suelen ser recreaciones que nos sacan de lo real para llevarnos a otros niveles mucho más atractivos y emotivos, siendo así una muy agradable experiencia cinematográfica. Finalmente, es un tema que siempre debe volver y hablarse. El genocidio armenio debe reaparecer en el cine muchas veces puesto que es una tragedia histórica tan importante como las demás y resulta sorprendente que se encuentre en este caso con un estilo moderno, que lo aleje de un simple reportaje televisivo y, con una propuesta más directa, llegue a nuestros días con una vitalidad y un impulso mucho mayor.
UN GENOCIDIO Y UNA POÉTICA En el año 1915 se inicia uno de los hechos históricos más tristes de la historia mundial, el llamado genocidio armenio. El mismo se trató del exterminio sistemático y premeditado de la población armenia en el Imperio Otomano. La fecha simbólica del inicio del genocidio es el 24 de Abril de 1915, día en que las autoridades otomanas asesinaron a unos 250 intelectuales y líderes armenios en Constantinopla, aunque las matanzas de los años previos ya anticipaban lo que vendría. El genocidio se ejecutó en el marco de la Primera Guerra Mundial, con la complicidad y silencio de la comunidad internacional. Tales eventos históricos son rememorados en el documental Sinfonía en Abril, de Teresa Saporiti y Claudio Remedi. Este autodenominado documental escapa de la lógica de este género cinematográfico, y sobre todo en la particularidad de los documentales argentinos. Sinfonía en Abril deviene en una reflexión poética, estética y silenciosa de lo que significó en la singularidad de los cuerpos que experimentaron la persecución y el exilio de este pueblo. Dentro de este encuadre, el documental realiza una relación entre Armenia y Argentina, partiendo de la representación del recuerdo del genocidio, tras el centenario del mismo, en una nación y en otra, enfatizando en las diferencias entre un pueblo y otro. La película evade los relatos rememorativos, las imágenes de archivos y las entrevistas, recursos muy utilizados en los documentales, sino que, a través de imágenes poéticas y abstractas, así como también de la utilización de la cámara como testigo implícito de los rituales de conmemoración, muestra de forma callada y vigorosamente visual lo fuertemente emocional del pueblo armenio recordando a sus víctimas. La musicalización es escasa, acompañando las imágenes que el documental muestra. Sin embargo, se destaca la mostración del idioma armenio utilizado en las escuelas de dicha comunidad aquí en Argentina. No hay encargados del discurso, ni relatores de los hechos, la protagonista en la cámara, que cual intrusa, nos muestra y vivifica el recuerdo del genocidio de una forma artísticamente ponderable.
Estamos en abril de 2015. El mes y el año indicado no es antojadizo, pues se trata de una fecha muy particular para el pueblo armenio, porque el 24 de abril de 1915 se produjo el genocidio armenio por parte del Imperio Otomano, donde se cobró la vida de 1.500.000 personas. Y ese año se conmemoró el centenario de tal exterminio. Este documental dirigido por Teresa Saporiti y Claudio Remedi, se interesa en divulgar los homenajes realizados tanto en Buenos Aires como en Ereván, Armenia. Pero no los actos en sí mismos, sino los ensayos previos, primordialmente los que ocurrieron en la Argentina registrando las prácticas de los grupos de ballet y del coro. El repaso de los hechos históricos se ven a cuenta gotas. Son archivos fílmicos y fotográficos de víctimas y victimarios, que marcan con gran elocuencia lo que padecieron los armenios en esos tiempos. Sólo explica algo una profesora a sus alumnos del colegio secundario, pero no hay entrevistas. No se indaga en profundidad, ni aquí ni en Armenia, y no se le cuenta al espectador los conflictos que derivaron en dicha matanza. Los directores decidieron aportar una mirada pasiva. Pusieron la cámara y dejaron que los involucrados en la función trabajen normalmente en los preparativos. La prioridad fue plasmar en la pantalla bellas imágenes y largos silencios, o sonido ambiente de los lugares que filmaron durante los días previos y en el momento del show. Pero, más allá de hacer foco en algunos rostros compungidos, la película carece de emoción y pasión, algo importante y necesario para que este hecho no pase desapercibido. Lograr impactar en la visión del espectador es una manera positiva de crear conciencia para que este tipo de atrocidades no puedan volver a repetirse.
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