Sin nada que perder

Crítica de Alejo Paredes - La cuarta pared

Todos los años aparece una película que le da vida nueva al género western/noir. Digo western/noir porque un año parece que vuelve el western (y al final no), y un año parece que vuelve el noir (y al final no). Los géneros no mueren: es más, toda esa canción de "el fin del (introducir género histórico aquí)" sólo sirve para que vuelvan con toda la furia. Ahora bien, el caso de Sin Nada que Perder es interesante, porque es tanto una (buena) película de crimen, como un (buen) western.

Chris Pine y Ben Foster son hermanos que quieren recuperar la granja de su madre. Para poder pagar la deuda al banco, deciden robar varias sucursales por todo Texas, efectivamente pagándole al banco con su propio dinero. El director David Mackenzie se encarga de mostrarnos una y otra vez carteles de "Se vende" y "Liquidación" para establecer la historia en medio de la crisis económica de la que varias zonas de los Estados Unidos aún no se han recuperado.

Al final de la película hay un discurso que dice que "la pobreza es una enfermedad", y la clara influencia del western y el crime noir en las imágenes nos llevan a pensar que Sin Nada que Perder es una meditación sobre las relaciones entre la cultura americana y su actual estado económico. Este es un aspecto que merece más atención; pero por ahora, basta decir que, como heist film, nos da para que tengamos.

El guión (uno de los nominados al Oscar) fue escrito por Taylor Sheridan, quien también escribió Sicario (el film anterior de Denis Villeneuve, ahora nominado por Arrival); su trabajo en esta oportunidad se destaca por no caer en los clichés usuales, o más bien, por manejarlos de forma que no parecen clichés. Pine y Foster hacen bien sus papeles, pero el que recibió una muy merecida nominación al Oscar fue Jeff Bridges: él también toma un personaje trillado (el policía a punto de jubilarse) y logra hacerlo nuevo ante nuestros ojos.

La frase "Hell or high water" significa algo así como "Hacer lo que sea necesario, pase lo que pase": ésta ha sido una de las filosofías más influyentes en la cultura norteamericana. Por eso los espectadores no se enfadan mucho con los protagonistas de este filme, a pesar de que sean criminales violentos; simplemente, están haciendo lo que haría cualquier "hombre americano".

El triunfo de Sin Nada que Perder radica en que sigue los clichés no porque no se le ocurra nada mejor, sino porque sabe hasta qué punto ellos cumplen con lo que prometen.

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Sin Nada que Perder es un thriller con tintes de western que no decepciona, gracias a un guión bien armado y las actuaciones de sus protagonistas. Sus cuatro nominaciones al Oscar son totalmente merecidas.