Sin límites

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Nobleza obliga, el guionista Leslie Nixon habrá estado un rato largo elaborando esta historia basada en la novela de Alan Glynn. Claramente no es una obra maestra, pero “Sin límites” es de esas películas que, con poco, se diferencian enseguida si se la compara con el resto del cine comercial producido por Hollywod este año. A esto se le suma un muy buen trabajo de casting para la elección de los intérpretes.

La narración comienza en el presente con Eddie Morra (Bradley Cooper) al borde de solucionar todos sus problemas tirándose desde la terraza de un rascacielos. Antes de consumar el hecho se apiadará de todos los espectadores narrando (en una muy extensa retrospectiva –que a su vez tendrá algún flasback-) lo sucedido para haber llegado a esa situación.

Eddie es un escritor con problemas de inspiración y un adelanto económico de la editorial al que debe responder. Por supuesto que bebe mucho y debe como mínimo el alquiler y otros ítems. Su novia Lindy (Abbie Cornisa) le dice que así las cosas no pueden continuar, y resuelve abandonarlo. Convengamos que todo esto junto desanimaría a cualquiera.

El encuentro con su ex cuñado Vernon (Johnny Whitworth) va a cambiar un poco la situación. Anda en algo raro. Van a un bar. Whisky mediante, le recuerda a Eddie (y a nosotros también) que el ser humano usa sólo hasta el 20 % de la capacidad del cerebro. Sin embargo, él anda distribuyendo una pastilla nueva que lo puede potenciar al máximo. Obviamente le deja una, y Eddie, quien ya ha probado de todo y no anda con ánimos de leer a Buscay o a Og Mandino, la ingiere para comenzar otra vida, y abordar la otra parte de la película.

Para que todo quede muy claro, y por si los espectadores las estamos usando, digamos un 7%, el realizador Neil Burger le indicó al director de fotografía Jo Willems que ilumine la cara de Bradley Cooper para diferenciarlo cuando está bajo los efectos de la pastilla y es una mente brillante, de cuando no la toma y es un ser opaco y mediocre.

Pero recordemos que en Hollywood nada es casual cuando se trata de bajar línea sobre el sueño americano. Los beneficios de la pastilla, efectivamente le permiten terminar su libro en cuatro días, pero además puede aprender idiomas con sólo escucharlos, levantarse a su locataria con sólo escucharla y, sobre todo, lo convierte en un experto en el mercado de valores para ganar y hacer ganar mucho dinero. Así que ya sabe para qué sirve el cerebro si se lo usa en todo su potencial.

Saquemos la bajada de línea porque en definitiva la mente puesta en Hollywood necesita otro tipo de pochoclos y este es muy entretenido. Eventualmente llegaremos al presente y seguirá el desarrollo de la historia. “Sin límites” encuentra su vértigo y costado original en la excelente banda de sonido de Paul Leonard-Morgan, la compaginación el Tracy Adams y Naomi Geraghty y el concepto estético más cercano al vidoeclip de MTV que al cine, pero que aquí funciona muy bien como, por ejemplo, respecto a toda la secuencia inicial.

Este es un entretenimiento bien filmado y que no se subestima la inteligencia de nadie excepto por un detalle que no hace a la película: La presencia del gran Robert De Niro. No los conté, pero me arriesgo a un total de 8 (quizás 10) lo minutos que cuentan con la presencia del maestro. A decir verdad, el papel que le tocó podría haberlo hecho cualquiera. Imagino una reunión de producción en la que hicieron una “vaquita” para contratarlo por esa cantidad de tiempo, pero esto no es lo importante. Como tantas otras veces, el afiche de “Sin Limites” es bastante mentiroso pues cualquier seguidor de éste actor (independientemente de lo que haga) saldrá literalmente estafado ya que su foto aparece en cartel como uno de los protagonistas. Nada más lejos de la verdad. Dijo tres frases (de taquito por supuesto) y pasó a cobrar el cheque, así que como mínimo le advierto: Si va al cine sólo porque está él, a lo mejor le conviene ver el trailer en Internet. Hemos dicho.