Sin límites

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Con una dosis óptima

“Obviamente calculé mal las cosas”, dice la voz en off de Eddie Morra. El comienzo de Sin límite pone al espectador en guardia. El guión arma un cóctel energizante de acción, thriller, violencia física, algo de terror psicológico, crisis de identidad, parálisis creativa y un protagónico notable de Bradley Cooper?. Tampoco falta la ironía al comienzo de la película, con la semblanza tipificada del escritor que no da en la tecla. En esa situación está Eddie cuando aparece el ex cuñado, dealer de una sustancia prohibida y muy sofisticada.

El director Neil Burger arma un guión visual, de recursos que van aumentando la intensidad de una historia que referencia otros relatos y películas de las que Burger ha destilado la mejor sustancia. La cuestión es que Eddie, con una pastilla, amplía la capacidad de percepción, fortaleza y rendimiento, hasta lanzarlo a la cúspide del éxito empresarial.

La dosis diaria permite al héroe aprovechar el otro 80 % del cerebro que, dicen los científicos, los humanos no sabemos usar. De repente, Eddie procesa toda la información que conoce, escuchó, estudió, vio de paso o recuerda y la convierte en la fórmula que le permite ver transacciones en la Bolsa con anticipación (adrenalina extra para los tiempos que vuelan). Ese hombre nuevo depende de la pastilla y ahí comienza el problema. El tipo que no podía llenar una carilla en su computadora se ve envuelto en una pelea feroz por el poder y, más aún, la vida, perseguido por asesinos.

Cooper logra un personaje muy atractivo como el común mortal que se inventa un paraíso. Comparte algunas escenas con Robert De Niro, apenas un gancho como el magnate Carl Van Loon. Lindy (Abbie Cornish), la novia de Eddie perdedor, es un recurso para establecer contacto fugaz con la buena conciencia perdida. Sin límite ofrece una edición atractiva de imágenes vertiginosas, la deuda con Dr. Jekyll, Mr. Hyde y Terminator , entre otros antecedentes del campo del sujeto excepcional. Hasta se permite una mirada cínica sobre el poder y el negocio de los laboratorios, al alcance de unos pocos elegidos.