Sin límites

Crítica de Alexander Brielga - Cine & Medios

Pastillita, pastillita

Eddie Morra (Bradley Cooper) está bastante maltrecho, parece un pordiosero, su chica acaba de dejarlo y su carrera como escritor está en punto muerto debido a que sufre un bloqueo absoluto que no le permite siquiera empezar su primer libro. La vida es impredecible y Eddie va a comprobarlo al encontrarse en plena calle con su ex cuñado, un tipo dedicado a negocios non sanctos, quien le invita a tomar un trago. Impactado por lo mal que ve a Eddie, el sujeto le obsequia algo muy especial, de lo más caro en el mercado de las drogas, según él legales y próxima a salir a la venta. Una píldora que cambiará el destino de nuestro perdedor.
La pastillita en cuestión despierta la información que ha dormido en el cerebro; si es cierto que apenas usamos el 20 % de su capacidad, esta droga habilita el 80% restante. Así nuestro muchacho aprende a tocar el piano en un par de días, escribe su libro de un tirón y, lo más importante, se convierte en un mago de las finanzas.
El conflicto se presenta cuando otros quieren obtener algo del pequeño secreto de Eddie. especialmente el magnate Carl Von Loon (Robert De Niro) quien a regañadientes acepta el asesoramiento de Morra, solo por conveniencia ya que no lo considera un aténtico hombre de negocios, sino más bien un freak.
El relato es llevado con buen ritmo a lo largo de poco más de una hora y media, aunque con pocos momentos de auténtica tensión el director construye un cuento no exento de acción y algo de humor. en lo artístico no hay mucho para observar, Cooper cumple con el guión y se somete a las maravillas que el maquillaje y los efectos digitales pueden conseguir. De Niro, por su parte, no ofrece nada memorable, y ni falta que le hace.
"Sin Límites" es una historia que el público adoptará por presentar uno de las tantos fantasías del ser humano moderno, el de poseer una pastilla que solucione sus problemas. Magia, ni más ni menos.