Sin dejar rastros

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

VISIBILIZAR EL RASTRO

Quirino Cristiani y su amigo se instalaron en la puerta del parque japonés con un pequeño proyecto: realizar caricaturas en un minuto y venderlas. Si superaban dicho tiempo, las obsequiaban. Si bien la idea se convirtió en un éxito, las autoridades del parque pensaban lo contrario y terminaron echándolos. Ese fue el comienzo del camino, la primera huella.

La anécdota de juventud del pionero, animador y dibujante ítalo- argentino no sólo actúa como el punto de partida de su recorrido personal con el que logró grandes hitos, como la realización de El apóstol, el primer largometraje de animación del mundo en 1917, o patentar su técnica de animación en aquellos años, sino también funciona como incentivo para un segundo trayecto: el de su nieto Héctor.

Porque si bien el documental Sin dejar rastro subraya el homenaje y la reivindicación a una figura olvidada por la sociedad y la cultura nacional, gracias a la puesta en escena de los pocos materiales sobrevivientes de los incendios de los laboratorios de Cristiani así como la diversidad y el peso de testimonios tales como de Manuel García Ferré, Siulnas, Norberto Galasso, Juan Pablo Zaramella o Giannalberto Bendazzi, entre otros; también postula una fuerte presencia de su nieto ya sea como la voz en off que guía el relato, como aquel que vuelve sobre los pasos de Cristiani o quien comenta historias de la infancia.

De esta manera, el director Diego Kartaszewicz recupera en su ópera prima a Cristiani en un doble sentido: en tanto mito por ser pionero y emprendedor del dibujo animado en Argentina y a nivel mundial, y como hombre. La historia que mejor reúne ambos aspectos es la de su encuentro con Walt Disney cuando vino al país en 1941 a presentar Fantasía. Allí, el director y animador estadounidense le ofreció trabajo en sus estudios y el ítalo-argentino lo rechazó porque prefería hacerlo por su cuenta.

Y la escena que encarna esa imbricación no es otra que la de Héctor en el cine, en el breve montaje paralelo entre la mirada del hombre y la pantalla. Reanimando a Cristiani reza el corto y, entonces, la huella se vuelve marca. Esta vez sí queda rastro.

Por Brenda Caletti
@117Brenn