Sin dejar huellas

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Es uno de esos policiales oscuros, densos, que provocan por igual atracción y repulsión. El director y coguionista Erick Zonca, con la base de la novela del israelí Dror Mushani avanza solidamente en la realización, en el despliegue del drama, sin raccontos ni más trampas que las vueltas de tuerca del género. La denuncia de parte de una madre doliente, de la desaparición de su hijo adolescente, es el puntapié inicial de un caso que se parece demasiado a la rutina de muchos casos similares. No es lo que aquí ocurre. El director contó con un actor que deslumbra con su detective alcohólico, machista, destruido, que luego de algunas vacilaciones y descreimientos (se piensa en una simple huída del chico) abraza el caso una pasión única y errónea. Vincent Cassel le da vida a ese detective que sobrevive como puede a una separación y a las andanzas de su hijo también adolescente, incipiente traficante de droga. Su personaje sigue corazonadas y un olfato policial que muy hacia el final mostrará su hilado fino. Román Duris le da vida un profesor del chico desaparecido, vecino del mismo edificio que lo complica todo. Y Sandrine Kimberlan brilla como la madre doliente. No conviene contar más de este verdadero descenso a los infiernos humanos. Con una fotografía oscura, sombría como todos los personajes, este thriller, este filme negro, atrapa al espectador y sostiene una intriga sin concesiones.