Sin City 2: Una mujer para matar o morir

Crítica de Gustavo Martinelli - La Gaceta

Acción que naufraga por sus excesos

Cuando “Sin city” irrumpió en los cines hace nueve años, la industria del entretenimiento entró en shock. Con su estética negra en versión cartoon, la película consiguió una legión de seguidores y un guiño favorable de la crítica. El éxito en la taquilla fue instantáneo y, por esa razón, el estreno de esta segunda parte había despertado una gran expectativa en todo el mundo.

Pero utilizar la misma fórmula, con los mismos directores y prácticamente el mismo elenco, no asegura exactamente los mismos resultados. Sin el efecto sorpresa de la primera vez, aunque volviendo a la violencia machista y misógina de la primera entrega, “Sin city 2” defrauda de principio a fin.

No es que esté mal hecha. Por el contrario: tiene una estética impecable y la belleza de sus cuadros superan el nivel de la película original. Pero, para ser sinceros, la narración no aporta nada nuevo y, por momentos se extravía con divagues innecesarios. El elenco de estrellas, en el que se destacan Mickey Rourke y Bruce Willis, está lleno de caras famosas, pero en muchos casos son rostros casi irreconocibles por la estética de la película. Algunas apariciones especiales, como por ejemplo la de Lady Gaga, agregan algo de curiosidad pero no mejoran sustancialmente la película. Sólo Eva Green supo explotar su rostro de mujer mala y aporta algo de brillo a este fallido policial noir.

Las diferentes historias que conforman el relato, y que se van cruzando, son a todas luces desparejas y poseen diferentes niveles de interés. Mujeres fatales -casi siempre desnudas-, policías corruptos, alcohólicos desesperados, perdedores de todo tipo y personajes del policial negro se pierden en un exceso de estética que termina convirtiendo todo en una improvisada y sangrienta comedia.

Las sutilezas maravillosas que Frank Miller y Robert Rodríguez desplegaron a la perfección en la primera película están aquí ausentes. Prácticamente no hay matices. Y eso se paga caro. Los que gozaron con la película de 2005 se podrán entretener un rato. Pero seguramente mirarán el reloj más de una vez.