Silencio

Crítica de Rolando Gallego - Lúdico y memorioso

Martin Scorsese adapta en “Silencio” a Shūsaku Endō y el derrotero de los curas jesuitas que intentaron imponer en Japón el cristianismo como opción religiosa. Andrew Garfield compone al padre Sebastián Rodrigues, un portugués que luchó contra sus propios demonios y los enemigos, que encontró en el camino, que impedían que su trabajo sea realizado.

La narración en off equívoca, que va cambiando el punto de vista, Rodrigues, Dios, un historiador holandés, como la falta de vuelo en la dirección, plagada de detalles y algunas secuencias oníricas inoportunas, hacen que por momentos ni se perciba la mano del maestro en la pantalla, configurando un largo, largo relato sobre la fe, la que, una vez más, es analizada por Scorsese con su particular punto de vista y opinión.