Silencio

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cuatro Bastardos

Silencio: A fe ciega.
Martin Scorsese vuelve a las pasiones religiosas y recubre con gran osadía la mirada de dos misioneros en un periplo casi kamikaze.
Hay un capítulo memorable de “Héroes y Tumbas” de Ernesto Sabato, “Un Dios desconocido” donde Martín, el joven protagonista, reta a “Dios” a que aparezca ahí mismo en su cama, en ese momento, en ese instante, en ese lugar si es que verdaderamente existe. Martín desafía a un ser dividido para que le diera un poco de fe para poder continuar con su vida. Darle un poco de sentido a todo. Dejar de estar perdido.
“Silence” muestra esa faceta de lo desconocido. Aquello que no queremos reconocer. Y sobre todo el miedo de que nuestras vidas estén en manos de otros. No nos pertenece.
La nueva apuesta del director de “The Wolf of Wall Street” (2014) engloba las obsesiones de sus dos obras anteriores “La última tentación de Cristo” (1988) y Kudun (1997), la fe.
“Silencio” es una adaptación del libro de la novela de Shusaku Endo, ya llegada al cine antes por Masahiro Shinoda, que cuenta la llegada de dos jesuitas portugueses, el Padre Rodrigues y el Padre Garupe (Adam Garfield y Adam Driver), a Japón quienes están en busca de un misionero que, tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a la iglesia cristiana durante el siglo XVII.
Un pequeño rumor (pero que siempre pica en la Iglesia Católica) de que uno de sus curas, el Padre Ferreira (Liam Neeson) dejó la fe en Dios porque los japoneses lo llevaron a un sufrimiento extremo que ningún creyente está dispuesto a soportar. Una derrota en la imagen de la institución. Pero los dos jóvenes sacerdotes, que la inexperiencia toca su puerta, deciden aclarar la supuesta mistificación y consolidar nuevamente al Padre el honor al que se le debe. La única pista que tienen es una carta entregada clandestinamente y un traductor japonés muy poco confiable.
El cineasta de Taxi Driver (1976) pone en juego la voluntad de estos dos sujetos que se apoyaron en su Dios y estarán en constante cuestionamiento moral porque deberán afrontar la mentira, la traición, el dolor, el engaño y la muerte en sus propias caras.
La dirección veterana de italoamericano refleja lo mejor de su filmografía, llegando incluso a niveles de auténtica proeza y autenticidad.
Es justamente el silencio quien se transforma en el personaje principal a lo largo de la cinta, no solo recayendo la justificación constante de todos los personajes (¿Qué podemos hacer sino esperar a que Dios proveerá?), también como una forma de dolor. La peor respuesta que alguien puede dar. La nada.