Siete psicópatas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Hay películas que ponen a sus elencos por encima del relato en sí, películas que parecieran construirse como una suerte de excusa (esto dicho sin desmerecer) para poder ver a un gran elenco interactuar entre sí, aunque a veces ni siquiera se cruzan en escena; recordemos por ejemplo la saga de Ocean Eleven o los films hollywoodenses de Alejandro Gonzales Iñarritu.
Luego de la parcialmente fallida Escondido en Brujas, Martín McDonagh vuelve a dirigir y escribir una película que mantiene, por lo menos, el mismo ritmo alocado y desenfrenado; aunque esta vez sí, con bastante mejor suerte.
Marty (Collin Farrell) es un guionista de cine con un preocupante bloqueo creativo, hace ya un tiempo largo que intenta desarrollar una historia de la cual sólo tiene el nombre “Siete Psicópatas”. Su amigo Billy (Sam Rockwell) es un actor frustrado, bastante desquiciado, que se dedica junto a su socio Hans (Christopher Walken) a secuestrar perros de raza para pedir rescate; además está deseoso de poder ayudar a desarrollar el guión.
Son varias las aristas que se van manejando paralelamente a lo largo de la película. Por un lado, Billy y Hans secuestraron el Shih Tzu de Charlie (Woody Harrelson)un mafioso tan peligroso como obsesionado con el perro, que no reparará en aniquilar al que sea con tal de recuperarlo. Mientras Charlie los busca desesperadamente, Billy va contándole a Marty historias sobre distintos psicópatas, ninguno encasillado, todos bastante fuera de lo normal (un cuáquero vengativo, un vietnamita ex guerrillero, una pareja que asesina asesinos seriales, y un encapuchado que ejecuta mafiosos) y esto más la adrenalina del “trabajo de Billy y Hans” servirán de inspiración a Marty que saldrá de su bloqueo a la vez que es llevado al borde la locura. También hay una pequeña historia con la novia de Marrty (Abby Cornish), no demasiado desarrollada.
Ese juego constante del cine dentro del cine, del desarrollo conjunto de la “realidad” y el guión/historias de Billy son lo mejor de Siuete Psicópatas, que dispara un gag filoso en casi todas sus frases. La película avanza a un ritmo aceleradísimo, casi como un film de Ritchie (aunque, por suerte, mucho menos videoclipero), lo que hace que nunca decaiga y se disimulen ciertos baches en la historia.
Ya lo dije al principio, una película así necesita de un gran elenco, y "Siete Psicópatas" afortunadamente reposa en el; Collin Farell queda desdibujado en su protagonismo ante un Sam Rockwell que se roba todas las escenas. Los citados Harrelson y Walken, además de pequeños papeles para Tom Waits (el asesino de asesinos que busca a su pareja) y Harry Dean Stanton (el cuáquero), tampoco desentonan y logran actuaciones sobresalientes (aunque suenen a papeles repetidos).
Si algo habría que criticarle a este film sería cierta confusión debido a la cantidad de meta relatos y un ritmo apurado; además de una llamativa aceptación de la violencia como elemento cómico (lo cual no es particular de esta película). Por el resto, la sonrisa está asegurada; Siete psicópatas no busca más que ser un buen entretenimiento, y eso sí que lo cumple. Una banda sonora predominante en cancones “tranquilas” de los ‘60/’70 – en la que se destaca Different Drum interpretada por Linda Rondstadt – acompañan muy bien.
La suma d un muy buen elenco, una historia entretenida, y un desarrollo técnico correcto hacen de "Siete Psicópatas" una buena opción para relajarse en la sala y ver, una vez más, a Hollywood hablando de sí mismo.