Siete perros

Crítica de María Paula Iranzo - Cine Argentino Hoy

“Ningún hombre es una isla por sí mismo”, escribió John Donne (1572-1631) en uno de sus poemas más conocidos. La vida nos deja en claro que no somos seres individuales y que pertenecemos a un todo, una familia, vecinos en un edificio. Todo es válido. Esta es una de las bases de Siete Perros, film que se estrenó en cines el 22 de septiembre.
Dirigida por Rodrigo Guerrero, la película se enfoca en Ernesto (Luis Machín), un hombre que vive en el primer piso de un edificio en la ciudad de Córdoba con siete perros, cada uno con su propia personalidad. A la vida rutinaria atendiendo a sus mascotas, su salud y sus problemas económicos, se le sumará el detalle que algunos de sus vecinos lo obligan a sacar a los animales de su casa.
La cinta, de casi una hora y media de duración, sobresale al mostrar las relaciones humanas como son: imperfectas, sobreprotectoras y, por momentos, casuales. Está de más decir que quienes viven en un edificio entenderán varias de las situaciones que suceden en la película.
Al ser el centro, el personaje de Machín es quien tiene la mayor exposición y, como siempre, sale airoso. El actor tiene una naturalidad y una vulnerabilidad a flor de piel que permite que el espectador empatice de la misma forma que los vecinos con Ernesto.
Siete Perros es una película en la que todos comprenden la soledad de todos; y es ahí en donde, paradójicamente, encuentran la compañía.