Sidra

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La imaginación y la risa al poder

Filme hecho casi íntegramente con fotos: sin recursos, con creatividad y humor.

Sidra , opera prima de Diego Recalde (que luego dirigió dos filmes más), está plagada de datos llamativos. La película, de 2002, realizada con 700 pesos, fue hecha casi íntegramente con fotografías y voces en off, a modo de una original fotonovela con audio. Con humor sarcástico y festivo: políticamente incorrecto y naif, al mismo tiempo. El tono general es sencillo, creativo, mordaz y muy, muy efectivo.

A las solemnidades -antagónicas- del viejo y del nuevo cine argentino, a los mundillos cerrados, cargados de prejuicios y temores a la mirada ajena, Recalde les opone diversión pura, basada en elementos simples y originales, que nacen de su agudeza de observación y de su capacidad para plasmarla en un guión dinámico, por momentos desopilante.

En Sidra, cruza una trama de “tensión”, vinculada con una chica que puede o no ser portadora del HIV y un muchacho que teme haberse contagiado, y mucha parodia a los jóvenes estudiantes de cine. Un muchacho, Diego Ogeid (interpretado por el propio Recalde), se presenta a un concurso oficial con una película “porno para toda la familia”; otros dos, fanáticos de Quentin Tarantino, compiten contra él, pero corriendo con el caballo del comisario... Los clichés de los nuevos y viejos teóricos del cine son satirizados con mucha gracia. Una secuencia de antología, musical, filmada en la puerta de la ENERC (la escuela de cine del INCAA) se centra en un tema dedicado a los “barba candado”, estudiantes snobs, crónicos. La música es de Recalde y su Trío Ibánez.

Aunque la emprende contra distintos ámbitos y personajes, Sidra elude el cinismo: provoca la simpatía de los que se burlan, primero, de sí mismos. Por momentos, sorprende la variedad de recursos desplegada con ínfimos medios. A los “actores” se les suman algunos famosos, como Luisa Delfino, el ya fallecido Federico Klemm y Gastón Pauls, haciendo de sí mismos o algo parecido. Desde su programa radial, “la Luisa” alienta al muchacho aterrado ante la idea de ser portador del HIV con un bienintencionado y desafortunado: “Tenés que ser positivo”.

Sidra juega con el cine dentro del cine y con el cine argentino joven: con corrosiva simpatía. Sus personajes son hipocondríacos, obsesivos, misóginos, petulantes, pero graciosos e identificables. Algunos dirán que lo de Recalde no es cine puro o que ni siquiera es cine. Recalde será el primero en reírse de eso y, como comprobarán los que vean su filme, de todo lo que es y lo que lo rodea.