Sicario

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

En esta guerra no existen los límites

No hay atisbos de moralidad en “Sicario”. En puntos candentes del globo, como las ciudades espejo El Paso/Juárez, la ley es la del lobo del hombre. Se lo dice Alejandro (Benicio del Toro) a Kate Macer (Emily Blunt): “andate, buscá un pueblito bien lejos, no pertenecés a este lugar”. Lo que se necesita para matar es una pátina reglamentaria, la firma en un papel que vale la destrucción de un castillo de convicciones. Esas que flaquean cuando hay una pistola apuntando a la cabeza.

El de “Sicario” es un universo de perverso pragmatismo, sin lugar para los débiles ni para los que dudan. Un mundo carente de héroes y de límites. La lógica de la película es demoledora y peligrosa, por más que Denis Villeneuve intente contar la historia desde una pretendida neutralidad. Estados Unidos, sostiene “Sicario”, es la última frontera y de allí proviene su derecho al uso de la fuerza. En este caso es México; puede ser Irak o Afganistán. Ciudad Juárez, como lo fue históricamente Latinoamérica, es su patio trasero, y el patio es un espacio para hacer lo que venga en gana.

“Todo esto es ilegal”, dice Kate cuando se da cuenta de que los mercenarios armados por la CIA van y vienen de México sin preocuparse por cuestiones tan molestas como las leyes internacionales. Alejandro, el asesino decidido a terminar con los narcos, y Matt Graver (Josh Brolin) le proporcionan un baño de realidad.

Taylor Sheridan (actor de “Sons of anarchy”, entre otras series) debuta como guionista. Cuentan que se internó en Ciudad Juárez, acompañado por un agente del FBI, para diseñar la historia. El canadiense Villeneuve (director de la notable “La sospecha”) propone largos silencios, sobrevuela la frontera, se concentra en las reacciones de Kate y, cuando parece ralentizar la narración al máximo, golpea con extrema dureza. “Sicario” impacta, pero disipado el humo hay tela para pensar.