Si no despierto

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Siguiendo la tradición de llevar a la pantalla grande best-sellers de corte juvenil, Si no despierto repite viejos clichés y lugares comunes sumados a un mensaje algo contradictorio, en medio de un ritmo ágil adecuado para su target. Basada en la novela homónima de Lauren Oliver, Si no despierto se presenta como un drama con moral y moralina incluida que recorre los caminos de otras adaptaciones como Si decido quedarme, Bajo una misma estrella, o Ciudades de Papel. Protagonistas femeninas de edades que rondan los veinte años o menos (como el público al que apunta), un hecho muy dramático en el centro, un trasfondo romántico, y un modo no tan disimulado de bajar línea sobre determinadas cuestiones que hacen al ciudadano – estadounidense – bien pensante.
En esta oportunidad nos ponemos en la piel de Samantha Kingston (Zoey Deutch) una adolescente con una vida tan ideal como prototípica. Se enfrenta a sus padres, en especial a su madre que intenta aconsejarla (obvio) ya que su padre apenas si figura (doblemente obvio); tiene una hermanita menor a la que ignora (triplemente); un grupo de amigas tan fashionistas como multiétnicas (ya me cansé de remarcarlo); y quiere perder la virginidad con el chico canchero de la escuela, aunque hay otro chico más timidón que la quiere (en fin, ya saben).
En esa vida que transcurre como todo el imaginario de Hollywood presupone, ocurre un 12 de febrero crucial. Hay una fiesta, y Sam, como dijimos, quiere perder su virginidad en ella, pero algo va a ocurrir; en medio irrumpe el cliché que faltaba, la chica extraña y rechazada con aspecto de madre de Carrie White, y arma un escándalo que termina arruinando todo.

Cuando las amigas se están retirando sucede lo peor, en la camioneta en la que viajan se cruzan con algo oculto en la carretera, chocan y… ¿mueren? Sí, y no. Inmediatamente suena la alarma del celular y nuevamente es la mañana de ese 12 de febrero en que Sam se despierta con una canción. Efectivamente, deberá revivir ese día una y otra vez, en un loop interminable; hasta que entienda el mensaje que ese bucle le quiere dar. Primero rechazará, se espantará, y terminará intentando los errores cometidos durante esas horas.
La historia nos habla de otra inspiración, es imposible que por la historia que cuenta no se nos venga a la cabeza el clásico de la comedia moderna Hechizo del tiempo. La premisa es básicamente la misma, Bill Murray era un personaje con mucho que mejorar en su vida, que se encuentra encerrado dentro de ese día de la marmota hasta que aprende a brindarse a los demás y encausar su propia vida. Podríamos nombrar otras películas que siguen una estructura similar como Al filo del mañana o Cuestión de tiempo, pero es al film de Harold Ramis al que más se acerca.
Claro, no tanto en el tono, allí donde primaba la comedia y el sarcasmo, aquí hay una estructura edulcorada de tono dramático simple y edificante, más cercano al de otro film que se dedicaba a repetir un día Antes que termine el día. Más allá de que las sorpresas y la originalidad no abunda, la historia se sigue con algún interés, Zoey Deutch tiene algo de carisma que remplaza algunas limitaciones interpretativas, y para los más grandes podemos contentarnos en tratar de reconocer a Jennifer Beals como la madre.

Pero las piedras en el camino no terminan en los lugares comunes, la bajada de línea, que es normal en este tipo de propuestas, en esta oportunidad está subrayada por una voz en off telenovelesca, intenciones que la acercan demasiado a la movida actual de films pseudo-religiosos, pero sin religión aparente, y en definitiva un mensaje contradictorio o más bien negativo.
En el mundo de Si No despierto no hay maldad y sobreabundan las buenas intenciones. Ry Russo-Young parece la opción más clara para dirigir esta propuesta, dado sus dos films anteriores ubicados en un mundo similar. Su puesta carece de gran inspiración, se limita a otorgar calidez, y un pase, nuevamente, muy similar a esos films como la reciente La cabaña, que “esconden” intenciones religiosas detrás de una historia genérica.
Manteniendo bajas expectativas, la propuesta puede ser aceptable hasta acercarse a un final tan traicionero como descorazonado, dejando en claro sus intenciones morales por sobre las de presentar una película coherente. Con buenas intenciones, a veces, si solo hay eso, no alcanza.