Si estoy perdido, no es grave

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Actores anclados en Toulouse

Tiempo atrás, Santiago Loza fue convocado a dirigir un taller de teatro en Toulouse, la ciudad donde nació Gardel. Hay una placa en el lugar donde estuvo su casa natal, pero acá no la vemos. Se aprecia, en cambio, uno de los canales, una esclusa, algunos puentes, rincones costeros y caserones de ladrillo visto y tiempos viejos bajo el cielo gris, propicio a los espíritus melancólicos.

En el taller eran todos jóvenes, de Francia y otros lados, así que reinaba la alegría. Pero entre los ejercicios a desarrollar (trabajos de improvisación en escenarios naturales ante la cámara de Eduardo Crespo) hay varios diálogos logradamente tristes. También hay otros números que suponemos adecuados para quitar la timidez, como el de una muchachita representando un tema de Sandro en un lugar público. No todos los alumnos aparecen la misma cantidad de veces, no todos los trabajos tienen el mismo nivel, ni tampoco todos se justifican. Más de un espectador pensará que menos aún se justifica el tiempo puesto en verlos, pero esto sirve, precisamente, para apreciar el tiempo que lleva formarlos.

¿Qué será de ellos, si siguen en el teatro, o se arriesgan en el cine? Puestos a elegir, seguiríamos a partir de aquí la carrera de Elisa Lebon, una chica de sonrisa amplia, voz y mirada suaves, como frágiles. Representa muy bien la sensualidad y la aparente inocencia de algunas mujeres a la espera de protección y cariño, que terminan abrazándose a una foca de peluche. Así es como aparece en el afiche de la película. Muy adecuados para poner en clima, los textos que Marina Carranza va leyendo fuera de cámara, mientras de fondo suena una pieza de Federico Mompeau.