Shrek para siempre

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

Shrek para siempre no sólo es una película fea -antes que mala-, sino que además se olvida de su propia lógica y pretende recuperar cierta corrosividad con algunos momentos risibles.

Decir que Shrek para siempre es mejor que Shrek tercero es -viejo chiste del escriba cinéfilo- decir que se es más alto que Danny DeVito. Nada. No obstante, por un lado demuestra lo mala que era aquella tercera parte y, por otro, lo poco con que se conforman ya los de Dreamworks en el marco de la saga Shrek. Reiterarnos en las comparaciones con Pixar sería redundante y, seamos justos, indignos para con los realizadores de Toy Story 3. Mientras Pixar parece un alhajero, Dreamworks es un baúl con más cosas inútiles que ideas.

En realidad ponerse a escribir sobre esta película invita a la pereza, si tenemos en cuenta el aparente poco esfuerzo con que fue realizada. El cuidado, es evidente, estuvo puesto en privilegiar aquellas escenas vertiginosas que luzcan el 3D antes que la propia historia o, mínimo, el humor. Sin embargo, para compararla con una obra de la misma casa, las escenas de acción de Shrek para siempre no tienen ni para aguantarle medio round a las de Kung fu panda o las de Cómo entrenar a tu dragón: así que no hay 3D que haga lucir la falta de lucidez.

Lo de Shrek es significativo: es la demostración de cómo un fenómeno comercial termina empobreciendo algunas buenas ideas hasta envilecerlas totalmente. Si en un principio -quienes la defendemos- vimos algo ciertamente revulsivo y en su segunda parte, al menos, una comedia intensa y efectiva, a esta altura la saga es innecesaria y estirada. Eso sí, tildar a esta cuarta parte de conservadora sería un error si no tenemos en cuenta que ya la tercera lo era con creces. Es más, el comienzo de esta parece hacerse cargo de aquel error, pero si bien intenta enmendarlo, sólo lo hace en apariencia. En resultado, termina siendo más conservadora que su antecesora.

El asunto es así, Shrek está cansado de ser padre y esposo, de haberse convertido en un fenómeno turístico, y quiere volver a los días en que era ogro y la gente se asustaba con él. Engañado por el enano Rumpelstilskin, firma un contrato que sí lo devuelve a los días de ogro, pero le quita todo lo que tenía. No hace falta ser mago para darse cuenta que lo que aprenderá Shrek es que lo que tenía era fantástico y tiene que aprender a quererlo. Algo que de Capra a esta parte ya fue contado miles de veces, pero no siempre con esta misma falta de gracia y de honestidad.

Si bien Shrek para siempre intenta desmarcarse del molde que ya en la tercera lucía fatigado, comete un grave error: va en contra de lo que la primera pregonaba, la sátira de las historias de hadas. Esté uno de acuerdo o no con ese punto, Shrek para siempre abandona aquí la mirada satírica y se empeña en construir un cuento clásico, obviamente que desnaturalizado por los personajes ya conocidos. El inconveniente es que en el camino termina construyendo un cuento de hadas hecho y derecho, ya sin la mirada asordinada de las dos primeras entregas. Entonces… ¿en qué quedamos?

Uno puede decir que aquella burla no era más que una pose canchera que terminó siendo más perjudicial que beneficiosa para el destino de la saga. Uno, también, podrá decir que prefiere películas como Toy story que defienden la magia y celebran la infancia, y no estos engendros posmodernos que a puro cinismo quieren reinventar la cultura sin darse cuenta de que sólo lo pueden hacer sobre la base de lo ya instalado -las referencias pop en Shrek completaron el arco de emociones: ya hartan-. Es así como Shrek para siempre no sólo es una película fea -antes que mala-, sino que además se olvida de su propia lógica. Con algunos momentos de humor que pretenden recuperar cierta corrosividad, la cuarta parte de la saga marca un pretendido final. Esperemos que así sea.