Showroom

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Hay que vender y venderse

Diego está en caída libre. Debe un montón, está con el ánimo por el suelo y se queda sin trabajo. Niega, miente, se angustia. Tiene una mujer y una hija adolescente. ¿Qué hacer? Su tío le presta una casita en el Delta y allí van. También le ofrece trabajar de vendedor en su empresa inmobiliaria. Y Diego no tiene muchas opciones. Vivir en el Delta no es fácil: humedad, vacío, todo queda lejos, no hay señal. Diego va y viene todos los días. La familia sufre y él también. Su meta es poder llevarlos de vuelta a Buenos Aires.

“Showroom” es una comedia negra que echa una mirada corrosiva sobre las aspiraciones de una clase media que solo quiere poseer, como sea. Diego se desespera tanto por vender que al final se termina vendiendo a sí mismo. Filme sobre la alienación y los falsos paraísos, que es también un canto muy transitado sobre la vida sana y sobre la sabiduría de vivir con lo que se puede y de no aspirar a más. El filme juega con esos contrastes: la cámara va de Tigre al centro, del verde al cemento. Y muestra lunares: escenas sin gancho, personajes básicos, moraleja anunciada. Lo mejor que se puede decir de este debut en Molnar en el largometraje, es que no recarga las tintas, que no tiene golpes de efecto, que se conforma con su modestia, que deja ver un solvente trabajo de Peretti y que trata con sensibilidad a sus personajes.