Shirley

Crítica de Martín Goniondzki - Cinéfilo Serial

«Shirley» es la nueva película de la directora de «Madeline’s Madeline» (2018) que también es producida por el enorme Martin Scorsese. Interpretada por Elisabeth Moss («The Handmaid’s Tale»), la obra nos propone contarnos los pormenores del proceso creativo de Shirley Jackson, conocida escritora de novelas y cuentos de terror entre los que podemos destacar «The Haunting of Hill House», la cual fue adaptada hace unos años por Netflix. Hasta acá todo parece común y corriente. No obstante, «Shirley» es un film bastante peculiar que sobresale en ese concurrido terreno de las biopics para separarse y otorgar al espectador una experiencia totalmente diferente.

Generalmente, las ultimas biopics que nos llegaron de la factoria hollywoodense son bastante de fórmula, sin demasiadas novedades o vueltas de tuerca, sino que se preocupan más por contar el ascenso y/o descenso de distintas figuras destacadas de la cultura de una forma bastante familiar para que sean digeridas por la audiencia. Esto fue llevando últimamente a un agotamiento de ese subgénero «basado en hechos reales», que solo sirve como vehículo de lucimiento para los actores y actrices que los personifiquen. Solo basta con ver «Judy» (2019) que más allá de una superlativa interpretación de Renée Zellweger, ofrecía poco más.

«Shirley» se corre de esos lineamientos conocidos para agregarle a esa impresionante composición de Elisabeth Moss, una historia por demás interesante, que nos invita a presenciar una visión novedosa sobre una artista igualmente compleja. El largometraje nos cuenta un periodo de la vida de Shirley Jackson que se sumerge en, quizás, una etapa complicada de la escritora, durante la década de los ’50, donde junto a su esposo Stanley Hyman (Michael Stuhlbarg) deciden acoger en su hogar a una joven pareja compuesta por Fred (Logan Lerman) y Rose Nemser (Odessa Young), que servirá de inspiración a la autora para su próxima novela. Acá es donde la realidad contrasta con la ficción en lo que respecta a la reconstrucción biográfica, ya que la misma pareja sirve de excusa para mostrar un momento de crisis personal, psicológica y creativa de la autora para conseguir su próxima novela. Ahí es donde el drama contrasta con el thriller psicológico y saca a relucir esta mixtura de géneros bastante atractiva como reflejo de las novelas de horror que escribía la señora Jackson.

Por otro lado, se hace un comentario sobre el machismo imperante en la sociedad norteamericana de los años ’50 mostrando el relegado rol de la mujer y el sometimiento de sus parejas a roles menores dentro del marco familiar. Algo que se puede ver plasmado en los dos personajes masculinos que rodean a Shirley y a su musa, Rose. También, resulta conveniente e inspiradamente trabajado el perfil psicológico de la escritora, ya que por momentos desconfiamos de lo que ve y hace, al igual que si las personas que interactúan con ella son reales o no. Un logro en este punto de Decker que demuestra su gran pulso en la dirección de este tipo de historias donde por momentos sale a relucir su costado experimental.

«Shirley» es un relato potente e interesante que probablemente no sea del agrado de todo el mundo, pero que funciona como una alternativa interesante en el terreno de las historias con figuras reales. Un relato que no se dedica a retratar los hechos más importantes de la vida de su protagonista, sino que busca plasmar, en su representación, el espíritu reinante en su legado bibliográfico. Algo que funciona y que desafía al espectador en este asfixiante e intenso film.