Shazam!

Crítica de Ayelén Turzi - Ayi Turzi

Es innegable que DC manejaba algún tipo de herencia de la trilogía de Batman dirigida por Chris Nolan: alcanzaba niveles de (pretensión de) realismo y oscuridad que nunca terminaron de funcionar del todo bien. La imagen se puso más colorida con Aquaman (James Wan, 2018) pero la trama dejó bastante que desear. Hasta que alguien gritó ¡Shazam! y pegó un volantazo que agradecemos mucho.

Por: Ayi Turzi

A título personal, no le tenía nada de fe a Shazam: después de una Justice League que me rompió el corazón, una Wonder Woman potente pero que se pincha en su tercer acto y un Aquaman soporífero no esperaba mucho. La película comienza mostrando un niño, posible candidato a heredar los poderes de Shazam, que falla, demostrando que no es puro de alma. Los años pasan, el hechicero que debe delegar la función no logra encontrar a nadie que sea digno, y en un último intento le confiere sus poderes a Billy Batson, un preadolescente de 14 años, enceguecido con la búsqueda de su madre biológica y con un largo historial de huidas de casas adoptivas.
El hecho que Billy sea un niño es lo que hace que esta historia de orígenes sea un soplo de aire fresco y se plantee como algo absolutamente nuevo. Lo primero que hace, acompañado de Fred (otro huérfano y además, cómo dice él mismo manejando un nivel de humor negro que arranca carcajadas, lisiado) es testear los poderes. Si, lo que vimos en trailers y teasers hasta el cansancio: jugar a ver si puede volar, si es a prueba de balas y medir el alcance de su fuerza. Hasta que aparece el malo, claro, y se tiene que dejar de joder.
Por supuesto que la trama no es tan simple como resumí más arriba: tiene subtramas, pequeños inconvenientes y algunas sorpresas. Lo bueno, es que diferentes elementos que aparecen, como la búsqueda de su madre, la dificultad en adaptarse a su nuevo hogar y el bullying que sufre Fred en el colegio ayudan a construir el tercer acto, donde “la revelación” o “la resolución” cobran fuerza e impacto gracias a los pequeños elementos que la fueron construyendo desde el minuto cero.

El gran, gran acierto de Shazam! es que se propone como una comedia: no pretende ser una película épica donde quizás termina siendo ridículo ver hombres vestido de lycra luchar por salvar el mundo. Rescata incluso, sin caer en referencias ni citas, cierto espíritu estructural de los ’80: algunos momentos vinculados a la aparición o accionar de los villanos recrean una atmósfera de terror muy bien lograda, así como pasaba en películas que hemos visto de chicos. Y es acá donde se nota que su director, David F. Sandberg, tiene experiencia en el género: ¿Les suenan Lights Out o Annabelle: Creation? Y, vinculado al espíritu que nos hace extrañar muchas veces “el cine que veíamos de chicos”, está el corazón de la película. La evolución en la relación entre los personajes y las cosas que aprenden en el trayecto logran tocarnos una fibra sensible (bueno, lo digo, logran hacernos llorar. O al menos conmigo lo hicieron).

El otro punto fuerte es la elección del cast. El trío principal (Zachary Levi, Ascher Angel y Jack Dylan Grazer) logra una muy buena química y un excelente timing cómico. Si Levi y Angel interpretan a un Billy/Shazam que es, sin lugar a dudas, la misma persona, el vínculo con Fred refuerza la certeza. Y que este último los trate a los dos de la misma manera logra momentos desopilantes.
Pulgar arriba entonces al cambio de tono general de DC: una comedia inteligente, llena de colores y luz alejados de la oscuridad tradicional, personajes queribles que experimentan un crecimiento y un villano a la altura de las circunstancias hacen de Shazam! una propuesta que supera las expectativas y se ubica entre lo mejor del primer semestre.