Shazam!

Crítica de Alexis Puig - Infobae

Las desventuras de un superhéroe con alma de niño, abre una nueva etapa en el universo DC, alejándose de la oscuridad, las tramas depresivas y de redención

Hubo una época en la que las historias de superhéroes y villanos eran coloridas y destinadas a un público familiar con especial impacto en los más niños. Batman corría enfundado en una malla de lycra, Superman sonreía cada vez que terminaba de salvar a alguien y Los Gemelos Fantásticos unían sus anillos para convertirse en una "canastilla de hielo" o un halcón.

Pero, pasaron cosas: llegó Nolan con su trilogía del Caballero de la noche y la idea de que Bruce Wayne renegaba de ser Batman y luego Zac Snyder y su Superman triste y con cara de pocos amigos.

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Mientras tanto en la vereda de enfrente, los de Marvel entendieron todo y adosaron a la espectacularidad de héroes no tan populares, el humor y la aventura que las viñetas destilan desde las páginas de los cómics. DC retrocedió unos casilleros e insinuó un cambio con Aquaman, y ahora con el estreno de ¡Shazam!, decreta el saludable final de la era sombría.

¡Shazam! es un filme de aventuras a la vieja usanza, a medio camino entre Quisiera ser grande y El último héroe de acción, una fantasía que recrea los juegos infantiles en los que cada niño se imagina como Superman, Batman o el personaje súper poderoso de turno.

Billy Batson (Asher Angel) es un joven huérfano de 14 años elegido por un hechicero que habita otra dimensión para que lleve sus poderes a la Tierra y enfrente al mal representado en los 7 pecados capitales. Así cada vez que el chico grita la palabra '¡Shazam!' se convierte en un superhéroe adulto casi invencible.

Zachary Levi es quien se pone en la piel del musculoso personaje vestido de rojo, con capa blanca, y lo hace sin olvidar que en su interior sigue siendo un adolescente que debe lidiar con la vergüenza, la aprobación de los demás y sus propias hormonas. Por eso funciona, genera empatía y logra conquistar a la audiencia con todos clase de chistes, ironías y secuencias de enredos.

El protagonista está muy bien acompañado por un elenco de jóvenes actores que interpretan a su variopinta familia de adopción y por Mark Strang como el malvado de turno. Musicalizada con mucha onda, con una buena dirección de arte que referencia a los clásicos del género, quizás el único punto bajo sea la duración de más de dos horas de metraje que hacen sobre el final que la película se sienta estirada y redundante. Más allá de ese detalle, se disfruta, divierte y se aleja de las pretensiones que suele tener las películas de autor. Una invitación a sentarse en la oscuridad, volver a ser niño y gritar la palabra mágica: ¡Shazam!