Shazam! La furia de los Dioses

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Hacia la mitad final de la película, el superhéroe de turno le grita a su antagonista: “¡Te engañé, Khaleesi!”. La referencia a Game of Thrones es uno de los muchos guiños a la cultura popular actual que aparecen en las más de dos horas del film. Y a esa altura de la trama el espectador puede empezar a preguntarse si será el último. Alerta de spoiler: no lo es. Ni por asomo. De hecho, prácticamente cada escena de esta secuela de ¡Shazam!, uno de los menos conocidos integrantes del universo de superhéroes de DC, contiene menciones a otros personajes de ese mundo pero también incluye retazos más o menos explícitos de la saga de Harry Potter-otra propiedad intelectual de los estudios Warner-, y hasta de otros tanques cinematográficos como Star Wars.

La intención de los guionistas es bastante evidente: aunque la trama de la nueva película no sea muy original o coherente, al menos –suponen– está en el mismo registro de esas historias tan exitosas. Pero no es así. La mezcla de personajes conocidos con una muy libre interpretación de la mitología griega resultan en un pastiche que entretiene solo de a ratos. El resto del tiempo aparece el desconcierto y la sensación de que nada de lo que se está viendo tiene demasiado sentido.

En el film ¡Shazam!, estrenado en 2019 se contaba la historia del adolescente Billy Batson, un chico abandonado por sus padres que terminaba recalando en un hogar de acogida donde finalmente encontraba a una pareja dispuesta a que formara parte de su familia. El final más o menos feliz se complicaba cuando Billy se cruzaba con un poderoso hechicero que le otorgaba el poder de los dioses. Un regalo que luego él compartía con sus hermanos. El resumen es necesario porque la secuela no se ocupa de explicar cómo es que un grupo de adolescentes tiene la capacidad de transformarse en superhéroes o por qué el fortachón que interpreta Zachary Levi es tan inmaduro o por qué recurre a un pediatra para atenderse.

Más allá de las torpes elipsis de la trama –que incluye a Helen Mirren y Lucy Liu como las vengadoras hijas de Atlas en busca de recuperar sus poderes–, uno de los puntos más desconcertantes del guion es la incapacidad o el desinterés por hacer que las dos encarnaciones de Billy tengan al menos un punto de contacto. En su versión de héroe, encarnado por Levi, Billy no para de hablar, de meter la pata y de comportarse como el adolescente más verborrágico que haya existido nunca, mientras que en su estado original, interpretado por el fotogénico Asher Angel, el personaje sea más bien un taciturno joven que carga con más traumas de los que se puedan contar. En el caso de sus hermanos, las transformaciones respetan las características de los personajes más allá de la forma que asuman, uno de los pocos aciertos de la película que, cuando se centra en Freddy (Jack Dylan Grazer), el hermano menor de Billy, gana algo del interés del que carece el resto del cuento.