Shazam! La furia de los Dioses

Crítica de Jose Luis De Lorenzo - A Sala Llena

¡SHAZWASSSSSSPPUFF!

En esas competencias en las que gana quien permanece más tiempo sumergido en el agua conteniendo la respiración, no sólo el ganar trae satisfacción sino adrenalina en los milisegundos en que uno se apura para alcanzar la superficie y dar así una bocanada de aire fresco. Algo similar a esto último resultó ser la primera de ¡Shazam!, en gran parte por aquello de tomar la premisa de que un adolescente de manera fantástica adquiera la contextura física de un mayor sin dejar de ser un menor -como el Tom Hanks de Quisiera ser grande– y darle la vuelta de tuerca de ya no importar realmente cuál es la misión o qué hay que hacer para concretarla sino la de contar con un personaje por demás gracioso en cada momento de aparición en pantalla, el interpretado por Zachary Levi, hasta ese momento un ignoto para mí. También se sumaba una incorporación que resultó ser aquello que se denomina “newcomer”. Me refiero al actor Jack Dylan Grazer, quien si bien no personifica al jóven que pronuncia y se convierte en el protagonista, fue de lo mejor que tuvo el film. Esto último se reitera en ¡Shazam! La furia de los dioses, no así lo primero.

¿Qué pasó entre ambas ¡Shazam!?

El aluvión de películas de superhéroes se hace sentir; sean de DC o Marvel, mucho no importa. Se acentúa un desgaste, una fatiga. No obstante, en algún momento llega una que revitaliza el género como fue el caso de Guardianes de la Galaxia y el ciclo se reinicia una vez más. ¡Shazam! 2 quedó patas para arriba en esta afirmación: lo que en la primera era gracioso, ya en esta nueva no lo es. El que sea convocada una actriz como Helen Mirren es lo análogo al Anthony Hopkins en Thor, o digamos Michael Douglas, Robin Wright o Annette Bening, etc.; no es más que pagar una presencia desganada. Mirren interpreta a Hespera, quien junto a Kalypso (Lucy Liu) y Anthea (Rachel Zegler, revelación de la nueva West Side Story), son las Hijas de Atlas que vienen a la Tierra a recuperar la magia robada.

En una primera escena, el grupo de adolescentes camina en banda antes de decir la palabra que los convertiría en esos superhéroes mayores. Uno de ellos viste una remera con el logo de los Goonies, algo que quizás el director David F. Sandberg haya querido evocar al reunir al grupo conformado por distintas fisonomías y estereotipos. En momentos como el actual, todo atisbo de corrección política y progresismo se resalta con un trazado grueso por el cual es de esperar que un personaje salga del closet, y las tres hermanas sean mezcla de distintas etnias y nacionalidades.

¡Shazam! 2 deconstruye en gran parte lo logrado en el primer film. Esencialmente, ¡Shazam! 2 es aburrido, no entretiene, algo pecaminoso en lo que justamente se define como cine de entretenimiento. Llegamos a un punto de cine de superhéroes en el que por fin se cae la premisa de elogiar un efecto especial, porque ya ni eso impacta. Nace una noción del “efecto de bajo presupuesto” en las que encima son películas de presupuestos millonarios.

Algo que sí está bien en esta era de reversiones, universos paralelos y guerras de franquicias es la burla de Shazam hacia otros personajes de DC e inclusive Marvel. Algo que si bien no es novedoso, al menos quiebra todo tipo de solemnidad entre franquicias. ¡Shazam!, la primera, fue esa bocanada de apenas un poco de aire fresco. El resto es seguir estando sumergidos y aguantando la respiración.