Shazam! La furia de los Dioses

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Lo que tienen en común las películas de superhéroes es una clara autoconsciencia. Sus historias son juegos de adolescentes, sueños de niños sublimados en aventuras imposibles. ¡Shazam! La furia de los dioses quizás sea la que mejor lo expresa, ya que ninguna otra película de superhéroes tiene como eje la conversión de un adolescente en su alter ego superpoderoso, como si hiciera realidad la fantasía lúdica de la infancia.

Al igual que la película de 2019, esta secuela también está dirigida por David F. Sandberg y protagonizada por Zachary Levi como Shazam, además de continuar con sus protagonistas adolescentes Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer) y Billy Batson (Asher Angel), quienes junto a Pedro (Jovan Armand), Darla (Faithe Herman), Mary (Grace Caroline Currey) y Eugene (Ian Chen) se convierten en Los Campeones para luchar contra las Hijas de Atlas, integradas por Hespera (Helen Mirren), Kalypso (Lucy Liu) y, la más joven, Anthea (Rachel Zegler).

En la anterior entrega, la idea de que el niño Billy adquiera los poderes del hechicero Shazam (Djimon Hounsou) y se convierta en el superhéroe del rayo funcionaba en todos los niveles y DC lograba una película efectiva gracias a su espíritu juguetón, una suerte de teen movie superheroica con mucho humor y sentido de la aventura.

En esta segunda parte se redobla la apuesta, aunque el guion no tiene mucho para ofrecer y se estanca en situaciones que recurren más a la fórmula ya probada que al ingenio o a la innovación, y los personajes adolescentes (ahora todos con la capacidad para convertirse en superhéroes adultos) pierden el protagonismo y se diluyen en diálogos dispersos y en escenas que priorizan el CGI antes que la acción.

Aun así, la película tiene algunos momentos logrados, como cuando Freddy conoce a Anthea en el colegio, o cuando los adolescentes intervienen con alguna acotación humorística en sus momentos de descanso. Es decir, la película cobra fuerza en las escenas laterales, las que están para relajar o para desarrollar las subtramas.

Esta vez el problema se presenta cuando las Hijas de Atlas vienen al mundo de los humanos a recuperar el báculo quebrado por Shazam en la anterior película y a recuperar la magia y el poder que les robaron.

El personaje de Anthea es la clave de la historia, el más interesante y dubitativo porque es el que va a estar con un pie en este mundo y con el otro en el de las diosas vengativas, sin saber por quién luchar.

Es Anthea quien va a intervenir en los momentos más álgidos para salvarles la vida a los del bando opuesto, sobre todo la de Freddy, con quien tiene una historia de amor decisiva.

El otro punto favorable es la aparición, en el tramo final, de varios monstruos atractivos y amenazantes, desde dragones y unicornios enormes hasta una especie de orcos peligrosísimos que desatan el caos en las calles de Filadelfia, con escenas en las que se explota al máximo los efectos visuales. Y eso es todo lo que esta segunda parte tiene para ofrecer.

¡Shazam! La furia de los dioses está por debajo de la anterior, pero mantiene cierto ritmo y cuenta con algunos minutos que exudan amor por el cómic, con una secuencia final que sorprende por la aparición de un personaje importante de DC, prometiendo posteriores entregas que, seguramente, los tendrán como protagonistas.