Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

LA ACEPTABLE MEDIANÍA MARVEL

A esta altura, el corpus (también televisivo, pero particularmente cinematográfico) es tan extenso y está tan consolidado, que incluso permite que las nuevas obras aprenden y toman lecciones de sus predecesoras. Es como si hubiera una especie de “Manual Marvel”, que no solo indicara procedimientos, sino también posibles contingencias y hasta roles para cumplir para cada película o serie. Dentro de ese panorama, Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos cumple una función de presentación e introducción, pero también de descanso. Es que, luego de las múltiples novedades narrativas ofrecidas por las series WandaVision, Falcon y el Soldado del Invierno y Loki, y de esa especie de precuela obligada -y algo fallida- que fue Black Widow, el film de Destin Daniel Cretton es como una vuelta a lo seguro y conocido.

Y eso que estamos ante una película que no solo debe presentar a un nuevo superhéroe, sino también un pequeño universo propio y, encima, cumplir con los mandatos de representatividad que indican los dogmáticos parámetros de la corrección política dominante. Pero Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos aprende de, por ejemplo, Capitana Marvel, a no bajar línea de forma muy explícita y, en cambio, incorporar todo el componente asiático a través de las materialidades utilizadas por la narración. En este caso, con la historia de Shaun/Shang (Simu Liu), un joven que vive una existencia sin mucho futuro en San Francisco, hasta que su pasado lo alcanza y lo obliga a retornar a Asia, donde termina enfrentado con su padre (Tony Leung), un hombre casi inmortal que conduce una misteriosa y poderosa organización llamada Los Diez Anillos. El propio Leung, junto a Michelle Yeoh (que tiene otro rol decisivo), desde sus portes de estrellas internacionales, son vehículos a un imaginario oriental -o sobre lo que supuestamente encarna Oriente- que abarca films de fantasía y artes marciales, como Héroe, El arte de la guerra y El tigre y el dragón, pero también relatos policiales como Infernal affairs. De todos ellos se alimenta la puesta en escena de Cretton para ir construyendo un marco propio.

Lo cierto es que Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos va de menor a mayor, a medida que va dando carnadura a los protagonistas y progresando con los conflictos que plantea. Si el ser un film que apenas si tiene algunos lazos concretos con el Universo Cinemático de Marvel le juega a favor para avanzar con bastante autonomía; también necesita de ese espectador marveliano que le perdone unas cuantas arbitrariedades y cabos sueltos en su argumento. Recién en su segunda mitad consigue fusionar apropiadamente la combinación de drama familiar, donde la figura paterna encarnada por Leung juega un rol decisivo; con la comedia cimentada en lo referencial en la que el personaje de Awkwafina es el que tiene mayor peso. Y si bien despliega unas cuantas ideas visuales más que interesantes, también le falta mayor inteligencia y sensibilidad para otorgarle una dimensión más concreta y palpable al recorrido de su protagonista.

Eso sí, a lo largo de todo su recorrido, Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos exhibe una consciencia precisa del tamaño y alcance de sus ambiciones y posibilidades. Por eso no pretende bajar mensajes altisonantes sobre la diversidad, la inclusión o las implicancias éticas y morales del heroísmo, por más que a la vez posea unos cuantos pasajes donde los personajes reflexionan sobre sus propias historias y dilemas. A Cretton le alcanza con delinear un cuento ya conocido sobre un héroe un poco a su pesar, que al confrontar con sus orígenes y formación termina encontrando su destino e identidad. De ahí que Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos sea una película tan efímera como aceptable, que incluso es bienvenida en la actualidad de una franquicia que todavía amenaza con ponerse demasiado solemne.