Shame: sin reservas

Crítica de Pablo Bruetman - Infonews

De eso no se habla

Interesante drama erótico acerca de un empleado de oficina que goza de una gran adicción al sexo. Pero que con la aparición de su hermana comenzará a sufrirla.

Shame tiene dos grandes virtudes que escasean en la actualidad del cine. El qué y el cómo. En primer lugar se anima a contar una historia que hasta hoy no había sido contada en el cine. Cruza entre drama y erotismo, narra la adicción al sexo que sufre y goza Brandon(un Michael Fassbender que merecía una nominación al Oscar),un neoyorkino con éxito laboral en una empresa y con nulo suceso sentimental. El otro gran mérito son las elecciones de su director Steve Mc Queen a la hora de decidir la filmación tanto el rubro técnico como narrativo. Sin embargo esas virtudes, más la dureza, la crueldad y la realidad que pretende y logra mostrar Shame tampoco alcanzan para convertirla en una película de visión imprescindible.

Al querer filmar una historia sobre sexo dentro de un drama, el director Mc Queen corría también dos grandes riesgos: que lo pornográfico tapara a lo erótico, y a su vez, a la historia o que por el contrario las escenas de sexo perdieran relevancia ante una trama que se las deglutiera. Y salió airoso del reto.

La clave fue dejar de lado las guarradas y los excesos. Mc Queen optó por ejemplo, por contar una masturbación femenina, por debajo de la pollera, en el subte. Y logró así una escena carente de pornografía y plenamente erótica y narrativa. Casi todas las escenas de sexo, que no son pocas, son funcionales a la historia que se pretende contar, que tiene que ver con la incapacidad que genera la adicción. Por eso la última escena de sexo, con dos mujeres y que es muy excitante, le duele al protagonista y no en un sentido masoquista. Allí drama y erotismo consiguen una conjunción perfecta.

El guión es un relojito mecánico y, si bien no tiene fallas sustanciales, carece de factor sorpresa. Brandon maneja su adicción al sexo sin mayores problemas hasta que su hermana Sissy (una Carey Mulligan teñida de rubia que no está en su mejor papel) se le instala a vivir en la casa y para colmo de males se acuesta con su jefe. A partir de allí Brandon comenzará a sufrir su adicción y se dará cuenta de que la soledad y su incomprensión sobre los sentimientos de cariño pueden dejarlo en la ruina.

Sin embargo, a pesar de la claridad y simpleza de los pocos y acertados diálogos que tiene la película, siempre quedará la duda de si la perdición de Brandon es su adicción al sexo o su soledad o si una es la consecuencia de la otra. ¿O acaso no se puede ser adicto al sexo y ser capaz de amar y de querer? Shame, que es una película, que necesitó de mucho valor para filmarse, sorpresivamente tiene algunos ápices moralistas. Brandon debe manejar su adicción si es que quiere a alguien (o al menos a su hermana). Su gran dificultad es hacerlo, como dice él en una cita, en la actualidad, y como dice la canción de Frank Sinatra que canta Sissy, hacerlo en New York.