Shalom Taiwán

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La ópera prima en ficción de Walter Tejblum, "Shalom Taiwán" es una emotiva comedia dramática – con el dramática subrayado – que apela al costumbrismo y a un puñado de personajes de nobles actitudes. Es difícil saber cuánto influye el contexto social en la realización de una obra artística.
El cine argentino tiene tradición en reflejar en la pantalla los humores y preocupaciones de la sociedad en ese momento. Los períodos de crisis parecieran acrecentar esta capacidad. Que el cine sea la voz para reflejar esa queja, esa lágrima atravesada, que el espectador como individuo no puede hacer llegar a las altas esferas.
Puede hacerlo mediante un contexto de cine de género ("Nueve Reinas", "Perdido por Perdido"), y también desde el mentado costumbrismo (desde "Juan que reía" hasta "El kiosco"). Un clásico del costumbrismo que reflejó el humor social de una sociedad, fue aquella "Luna de Avellaneda" de 2004.
Ese club como representación de un país en quiebra, que se resistía a ser vendido, que la luchaba por salir adelante, y en el que estaban depositados todos nuestros sueños, recuerdos de gloria, afectos, y también nuestras frustraciones.
No es casualidad que este año recordemos a "Luna de Avellaneda" ya en dos películas (la mencionada "El kiosco" y "La odisea de los giles") y ahora en esta. No es casualidad traer al presente una película estrenada en un momento en el que todavía estábamos en crisis moral, anímica, social, e institucional; y recién empezábamos a asomar la cabeza.
Esa es la primera impresión que nos deja "Shalom Taiwán", que estamos frente a una "Luna de Avellaneda" actual. Más allá de sus variaciones, la comparación es inevitable, y su sistema motriz es bastante similar. Aaron (Fabián Rosenthal) es el rabino de una comunidad judía de CABA. No es solamente el encargado del templo y realizar las ceremonias, es el guía espiritual de una comunidad que él siente que lo necesita.
En plan de complacer a esa comunidad, se metió en una deuda para realizar mejoras en el templo y que se vea más grande. Pero llegó la crisis, Aaron ya no puede pagar la hipoteca, y el financista (Carlos Portaluppi) va a rematar la sinagoga. Aaron la dedica todo su tiempo al templo y a la comunidad, hace lo imposible por recaudar los fondos y estar; aún a costillas de restarle atención a su esposa (Mercedes Fúnes) e hijos.
Aaron da consejos sobre la familia que no aplica para sí mismo. No es que no los quiera, quisiera poder repartir su tiempo, pero sus obligaciones como guía comunitario le son primordiales, y la crisis lo absorbe. Luego de un viaje a Nueva York infructuosos en recaudar fondos, recibe el contacto con la posibilidad de recibir la donación en una comunidad de Taiwán.
A regañadientes de la mujer que quiere rehacer su vida, Aaron viaja al país asiático. A diferencia de una comedia con la que pudo tener algún punto de contacto como la reciente "De acá a la China", "Shalom Taiwán" es una propuesta que, aún anclada en la comedia, posee una fuerte carga dramática melancólica.
No tendrá grandes momentos para la carcajada, pero sí permite que se instale una sonrisa amena, y le haga lugar a la emoción cálida y genuina. Quizás sea en este tono melancólico que Shalom Taiwán encuentra su representación de la cultura judía. Si bien hay íconos de la tradición, la historia perfectamente podría aplicarse en otro ámbito. Pero esa melancolía del personaje desafortunado, casi de comedia negra leve, nos recuerda a un humor judío que hace de la desgracia un bastión.
La ubicación en Taiwán tampoco llega a ser aprovechada como fundamental, se siente más bien como una excusa para apartar a Aaron de su familia y hacer que este deba replantearse sus valores en el momento en que tocó fondo.
Tejblum no abusa ni del choque cultural, ni del cine turístico, nunca aparta la historia de su personaje central. Este punto probablemente sea el más diferenciado a "Luna de Avellaneda". Aquella era una propuesta más coral, si bien lo tenía al el personaje bonachón de Darín en el centro.
"Shalom Taiwán" apenas si se aparta muy escuetamente para mostrar los intentos de conquista de un ayudante de Aaron. Sin spoilear, también se diferencian en la resolución, ubicando al film de Tejblum como mejor intencionado y más logrado que el de Campanella con una cínica capa capitalista. Fabián Rosenthal se carga el protagónico al hombro y logra transmitir las emociones del gran protagonista.
Es imposible no sentir empatía.
Un personaje, como todos en esta película (salvo Portaluppi), con buenas intenciones; que sólo quiere hacer el bien general, que intenta solucionar todos los problemas, y se ve inmerso en una crisis económico social que dilapida esperanzas emocionales.
"Shalom Taiwán" es una propuesta sencilla, correcta, amena, que no busca más de lo que logra. No es una comedia para descostillarse, ni siquiera se supera en originalidad; pero su mensaje positivo y sus buenas intenciones – llevadas a buen puerto – logran un resultado satisfactorio en una época en donde los colores pálidos abundan.