Sexo desafortunado o porno loco

Crítica de Csaba Herke - Leedor.com

Sexo desafortunado o sexo loco, de Radu Jude
En la línea de Montenegro: cerdos y perlas, o El Tren de la vida un film que nos entrega lo mejor de una cultura que por obvias razones nos es y será siempre misteriosa.

La imagen que se suele tener de los Cárpatos, Balcanes y adyascencias, en donde se incluye la hoy Rumania, se debe entre otras cosas a la prejuiciosa aunque infame mirada de los ingleses pero también a la de los alemanes con la pan-germania incluída. En filmes como Frankenstein (Frankenstein, “The man ho made a monster”, James Whale, EEUU, 1931) que aunque de Estados Unidos, Whale es inglés y uno de los directores que trasladó el expresionismo alemán a Hollywood, también en Drácula donde el libro de Bram Stoker resuma racismo “brit” aunque su autor es Irlandés. El actor más famoso de la versión cinematográfica del vampiro era un húngaro que se negaba a hablar el inglés y los textos los aprendía de memoria.

Con estos filmes se establece un canon racial y cultural, si dicha distinción fuese posible sobre la región de los Cárpatos y Balcanes, como una región subdesarrollada, llena de campesinos atrasados, con aristócratas “chupasangre” imagen a la que contribuyó también el conjunto de films sobre la deprimente aunque bella emperatriz Rommy Schneider alias Sissí (Ernst Marischka, Austria, 1955)

También, Rumania, es un conjunto extraño de superposiciones culturales desde los Dacios Indoeuropeos hasta las invasiones Romanas, Húngaros, también de los Otomanos; su alianza posterior con Alemania y como consecuencia finalmente la de los Soviéticos (si no se cuenta la globalización como invasión). Como bien indica su nombre es único país, junto a Moldavia en cuya región la lengua oficial es románica.

También es tristemente famoso por el gobierno Nicolae Ceaușescu, que, jugando a uno y otro bando en una política que ayudó a la disolución del llamado “Pacto de Varsovia” aunque terminó implementando una política aislacionista que llevó a la revuelta de 1989, donde, ante un occidente hipócritamente horrorizado, detenido, juzgado y fusilado casi instantáneamente junto a su esposa, el día de navidad.

A pesar de todo esto, que suena más a calamidad; la región es una usina de intelectuales, desde psicoanalistas hasta antropólogos, desde filósofos hasta poetas, y en ningún momento ha dejado de brindarle a la humanidad valiosas personalidades.

El film de Jedu está en clave típicamente rumana, como es su comentario sobre el folklore que podría haber sido escrito por Milan Kundera; un humor grave, pero humor al fin, no melancólico como el húngaro, aunque sí parecido al checo, quizas también al polaco como el del fim sobre Michalina Wislocka. (Sztuka Kochania, History of Michaliny Wislockiej, Maria Sadowska, Pol. 2017) donde Michalina, una ginecóloga avanzada en ideas y acciones, roba cortinas de las oficinas de burócratas, para hacerse vestidos.

El film BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN, de Radu Jude, nos muestra en clave de desastre tragicómico, varios problemas que podrían no ser nimiedades; pero parece que si estamos maduros para invadir, matar, cometer cualquier atrocidad étnica, todavía resulta insoportable (llámese pecaminoso, obsceno) ver o enterarse que el otro puede gozar sexualmente. Y no sólo eso sino querer (no es este el caso o si) mostrar la felicidad de su goce sexual. Parece que el goce sexual, problema que parece que se ha agravado en la pandemia, también muestra que el desnudo si no es sexual es soportable. Quizás por eso en los balnearios y piletas de los países ex socialistas los empleados se visten como en hospitales. Me imagino que, a pesar de eso, debe haber más de una persona en esas regiones que finalmente se excita con esos uniformes blancos,en principio pensados para eliminar toda posibilidad de erotismo.

Una “fuga” en la privacidad de una docente (filman con el marido un película porno que no se sabe bién por qué llega a pornohube y de allí a estado público) llevándola a tener que someterse a una especie de juicio público frente a los padres de sus alumnos.

El film apela a la famosa reflexión de Sartre sobre la relatividad del valor de la una vida de un transeúnte inocente frente a los miles de muertos también inocentes de los campos de concentración. De la misma manera, el autor va a ir develando poco a poco la hipocresía de todo ese sistema y, sin convertirse en un discurso feminista a la carte, muestra la hipocresía de esas madres y padres que se creen guardianes de no se sabe qué moral. Del peligro que se corre en los medios en el desdibujamiento en la frontera de lo público y de lo privado, de cómo un momento bizarro y feliz en la vida privada de una persona, si atraviesa esa barrera se puede convertir el peor de los calvarios. Con acertado ojo, la profesora se defiende diciendo, “pero sus hijos estaban viendo pornohube, lo que vieron de mí fue casualidad, lo que es cuestionable, en todo caso, es por qué menores pueden ver páginas que están destinados sólo para adultos.”

El remate paroxístico del film, a la manera de otro gran film de origen rumano aunque fichado como francés El tren de la vida (Train la vie, Radu Mihailean Francia, 1988) finaliza en un surrealismo que nos permite salvar el dia con una sonrisa y no con una mueca de dolor frente al espanto de entender que la sociedad que votó a Ceaușescu es la misma que lo ejecutó, que las revoluciones no sirvieron para nada, la vileza está incrustada en el alma humana y necesitamos, (en este caso) una heroína con prótesis peneal que le den a los villanos su tan merecido castigo

NdA: más que castigo, si podemos poner en perspectiva el film, ella les termina brindando lo que tanto anhelan y no pueden obtener por medios propios, en realidad el propio juicio es una inversión de los lugares de goce.