Sex and the city 2

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Las chicas sólo quieren divertirse

La nueva entrega cinematográfica de Sex and the City recupera el espíritu de la serie en formato más largo

En la primera escena de Sex and the City 2 , la voz en off de Sarah Jessica Parker explica -como lo hizo durante seis temporadas en la serie de HBO- que existe una Nueva York AC y otra DC. Es decir que la Gran Manzana fue una antes de Carrie Bradshaw y otra muy distinta después de que la inquieta comentarista recalara en sus costas. Lo mismo puede decirse del efecto que ella y sus tres amigas, Miranda (Cynthia Nixon), Charlotte (Kristin Davis) y Samantha (Kim Cattrall), causaron en la platea eminentemente femenina que las sigue desde el ciclo de TV, que se entusiasmó con la primera entrega cinematográfica y que ahora volverá a los cines buscando una nueva dosis de la serie que amó. Y esta vez puede que la encuentre, aunque sea diluida bajo montones de cambios de vestuario y zapatos. Algo del humor, las ideas y el espíritu del programa consiguieron trasladarse a la pantalla grande a pesar de las evidentes dificultades de Patrick Michael King, autor y director, para entender el lenguaje cinematográfico. Claro que este film, aún en mayor medida que su antecesor, es más un desfile de modas de las marcas más caras del mundo que una película con argumento original.

Aquí, las cuatro fabulosas de Manhattan pasan de reunirse para la elaborada fiesta de casamiento gay de sus amigos Stanford y Anthony - una exagerada puesta en escena más cercana a un musical de Broadway que a una película de Hollywood, que incluye a Liza Minelli como juez de paz y número ¿vivo?- a idear un viaje a Abu Dhabi. La idea es, en el caso de Carrie, alejarse del marido, que prefiere quedarse mirando la tele que salir a divertirse; en el de Charlotte, poner distancia del constante llanto de su nena de dos años; en el de Miranda, distraerse de la falta de empleo, y el de Samantha, disfrutar del paroxismo del lujo que sólo los Emiratos Arabes Unidos de esta fantasía pueden ofrecerle.

No hay diálogos ni escenas sutiles en Sex and the City 2 y sí hay un par de torpes intentos de comparar la situación de las mujeres en Medio Oriente con las de Occidente. Sin embargo, entre tanto taco brilloso y tantas dunas del Sahara cada tanto aparece el destello de aquello que convirtió a estas mujeres en íconos globalizados. Allí está entonces la escena que abre la película con el cuarteto caminando por Manhattan, la charla entre Charlotte y Miranda -magníficas Davis y Nixon- sobre los sinsabores de la maternidad, el desfile principesco de Carrie por el zoco de Abu Dhabi y el momento del karaoke, un pastiche que no funcionaría en ningún otro contexto salvo en Sex and the City. Incluso en el marco de este film, el ridículo sobrevuela la secuencia y sin embargo gracias al carisma de sus cuatro protagonistas termina siendo una celebración. De sus seguidoras, de la amistad entre mujeres y de las ganas de divertirse aunque sea de la manera más superficial, probándose zapatos y vestidos a través de la gran pantalla.