Sex and the city 2

Crítica de Lorena Vazquez - Subjetiva

Mucho brillo y pocas nueces

Como muchas, estas cuatro mujeres se caracterizan por estar sumidas en sus roles y al mismo tiempo rebelarse contra esos roles tradicionales tanto en la sexualidad como en las relaciones de pareja -incluye al matrimonio- y la maternidad, siempre con ese toque femenino que significa estar pendiente de cómo combinar los zapatos con las carteras de Luis Vuitton.

Con el discurso guevarista a cuestas, no tanto el del Che sino el de Nacha, la rebeldía y el glamour pasan unos días en la exótica, lujosa y reprimida Abu Dabi. Lejos del sexo y la ciudad, les toca vivenciar las costumbres conservadoras de la capital de los Emiratos Árabes Unidos.

Si bien es un poco más tolerable que su predecesora, Sex and the City 2 insiste en caer en las mismas falencias. Por más válidos que sean los conflictos de cada una, la liviandad con que se tratan los desvirtúa y menosprecia al punto de convertirlos en un esperpento.

Concentrado en demostrar que los ricos también lloran, la menopausia de Samantha se convierte en la prohibición de ingresar al país con un cocktail de hormonas o, lo que es peor, en llevar el mismo vestido que una adolescente. Miranda no es tenida en cuenta en su trabajo, hecho que se resuelve –elipsis mediante- cuando se la ve radiante en otro empleo. Charlotte desconfía de la fidelidad de su marido frente a una niñera sin corpiño, pero –gracias a dios- la nana resulta ser lesbiana. Lo que era glamour en la primera entrega, ahora es abierta chabacanería y andar por el desierto vestida como para ir al corso acorta las distancias entre Carrie y Wanda Nara.

A pesar de la cantidad de escenas innecesarias, resulta ser una magnífica fusión de forma y contenido -mundo banal retratado de manera no menos superficial- donde la intriga pasa por saber si son capaces de armar sus valijas en menos de una hora o si Charlotte es capaz de andar en camello y hablar por celular al mismo tiempo.

Sin el sarcasmo y la inteligencia de la serie, estas cuatro glamorosas y veteranas caricaturas de sí mismas convierten a esta película en un festín para el bobero.