Séptimo

Crítica de Juan E. Tranier - La mirada indiscreta

Dial C for Crap

A esta altura, la labor de Ricardo Darín es irreprochable. Es un gran actor, se pone la camiseta, arrastra millones de espectadores, ha configurado una especie de one-man-star-system, y es indiscutible, su trabajo lo avala.

Ahora, Séptimo, de Patxi Amezcua, se pliega bastante bien al universo que Darín fue conformando película a película, aquel que coquetea con el thriller o con el policial, por ejemplo, Nueve Reinas, El Aura (ambas, obras maestras, del fallecido Fabián Bielinsky), Carancho (Pablo Trapero), El Secreto de sus Ojos (Juan José Campanella), etc. Lo que habla muy bien de la coherencia de Darín a la hora de elegir sus papeles en el cine. Sin embargo, Séptimo, no termina de fluir bien, su premisa es atrapante y sumamente atractiva, pero su desarrollo y resolución es algo (cuanto menos) pobre, fallida, y hasta exasperante. ¿Por qué sucede esto? Porque, aparentemente, se ha creído (el director, los productores, vaya a saber quién) que con un gran presupuesto, nombres importantes en el elenco (Belén Rueda, Jorge D’Elía, Osvaldo Santoro, Luis Ziembrowski), locaciones imponentes (aunque apenas aprovechadas) y un equipo técnico correcto y preciso, ya se tenía una película. Bueno amigos, esto es tan falso como que Séptimo es un buen film.

Pero vayamos por partes. El gran ausente en esta producción es el suspenso, factor clave para cualquier película en general pero más para este ejercicio de estilo que es el thriller/policial. Otro que brilla por su ausencia es el guión. Se supone que estas películas gozan de un guión de hierro, sin fisuras, pero Séptimo hace un alarde calamitoso de montones de subtramas que se apilan unas sobre otras conduciendo a ningún lado y que no influyen en lo más mínimo en el devenir de la trama.

Sebastián (Darín) es un abogado defensor de individuos con un prontuario dudoso (subtrama #1), padre de dos niños (hacía tiempo que no se veía en la pantalla grande chicos con tan poco carisma), recién separado de Delia (Belén Rueda, que -sin querer ser ofensivo- acusa una cirugía estética tan bochornosa que haría ver a Graciela Alfano como a una sensual mujer de unos… cuarenta y cinco años), madre de sus hijos y con quién mantiene una disputa legal por la tenencia de los niños (subtrama #2). Sebastián recoge a sus hijos, como todas las mañanas, para llevarlos a la escuela. Mientras bajan desde el séptimo piso (de ahí proviene el título del film: elemental, mi querido Watson), él por el ascensor, y ellos por la escalera, estos últimos desaparecen misteriosamente, sin dejar rastro. Sebastián, desesperado y con la ayuda de un portero (Ziembrowski) algo sospechoso pero voluntarioso (subtrama #3), y de un comisario (Santoro) con un oscuro secreto (subtrama #4), emprenden una búsqueda frenética dentro del edificio para dar con el paradero de sus hijos desaparecidos. A todo esto, Sebastián tiene que estar en Tribunales para defender en una audiencia a sus clientes, a quienes se los acusa de importantes delitos (subtrama #5). Si con esto no le alcanza, estimado lector, podemos sumarle también que Sebastián tiene una hermana que está siendo acosada por una ex-pareja algo violenta, que se la juró a nuestro abogado/héroe (subtrama #6). Pero, sí, hay más, Sebastián no es ningún santo y al parecer tiene unos cuantos chanchullos en su haber: su jefe (D’Elía) recibe mucho dinero de los sindicatos y el abogado/agobiado (Darín, quién más) que lo venía (en)cubriendo en estos asuntos ríspidos lo extorsiona a cambio de mucha plata (cien lucas verdes) para poder pagar un potencial rescate por sus hijos, no sin antes recibir una amenaza por parte de su ¿ex? jefe: “atenéte a las consecuencias” (subtrama #7).

Me detengo aquí para no terminar de arruinarle las pocas sorpresas que el film le deparará al potencial espectador. Hay varias subtramas más que se acumulan a lo largo de la película y que se presentan pero no tienen ningún desarrollo posterior, por lo tanto, vale preguntarse: ¿cuál es el fin de sumar plots si no van a tener una importancia real en la resolución del relato? Es más, uno se siente algo estafado cuando sobre el final la historia gira abruptamente y devela el misterio, que hace agua por todas partes, como si todo el tiempo el director y sus guionistas nos hubieran estado jugando con cartas marcadas. Mérito de un guión caprichoso y maniqueo, que dispone elementos por toda la película para distraer pero sin un peso específico real. Amén de las múltiples y despectivas referencias sociales a las diferencias entre españoles y argentinos (el director, Amezcua, es de nuestra madre patria, vale aclarar), desde que los argentinos somos todos chantas, corruptos y con contactos non sanctos, hasta la aparición de un Taunus, auto argentino por excelencia, que lleva a nuestro abogado/apurado por toda la ciudad y la línea final de Darín: “jugamos a la Play España-Argentina”. En fin.

Y todo esto, narrado con el más absoluto de los profesionalismos pero, pecado mortal, sin pasión y sin generar el más mínimo suspenso. Promediando la película a uno ya deja de interesarle lo que está sucediendo en pantalla y el acontecer de los personajes. Una verdadera lástima, ya que tanto Ricardo Darín como el resto del elenco están bastante bien y cumplen, pero, un hombre solo no puede hacer nada.