Sentimientos que curan

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La consagración de Mark Ruffalo

El filme encumbra a uno de los mejores actores de Hollywood de su generación.

Sentimientos que curan confirma al menos dos cosas: que el cine indie norteamericano es mucho más que un conjunto de películas hechas para festivales al estilo Sundance, como muchos insensatos creen; y que Mark Ruffalo es un actorazo, uno de los mejores de su generación y del actual panorama del cine de Hollywood.

Hay un cine de autor y un cine de actor, que sería ese cine cuyas películas son reconocibles más por la labor de sus protagonistas que por la de sus directores. Y Sentimientos que curan es un filme en el que su actor principal la rompe y se impone por sobre todos y por sobre todas las cosas. Ruffalo es enorme como el Increíble Hulk e interpreta el papel de su vida en una película chiquita y conmovedora, que se toma licencias inverosímiles (con trampas y errores) pero que cumple con creces.

La voz en off de Amelia, la hija mayor de Cameron Stuart (Mark Ruffalo), cuenta que a su papá le diagnosticaron depresión maníaca a fines de la década de 1960. Sin embargo a Maggie (Zoe Saldana), la madre, no le importó el detalle y se casó lo mismo y tuvieron dos pequeñas, ella (Imogene Wolodarsky) y Faith (Ashley Aufderheide), su hermana menor.

Después de esta introducción con imágenes de viejas grabaciones caseras, el relato salta hasta 1978, a la casa de campo donde viven, cuando a Cameron le agarra un típico ataque de maníaco depresivo y bipolar y su mujer se da cuenta de que la situación es inmanejable y que se le escapa de las manos.

A Cameron lo internan en un centro de rehabilitación. Maggie se muda a Boston con las niñas para conseguir un mejor trabajo. A pesar de que él viene de familia acaudalada, viven casi en la miseria y Maggie quiere que sus hijas vayan al mejor colegio. Conseguir un buen trabajo para costear los gastos de la casa y de la educación de las nenas se hace difícil sin la ayuda de un esposo. Es por esto que Maggie decide solicitar una beca en la Escuela de Negocios de Harvard. Obtener el título en 18 meses y regresar es el plan.

Pero ¿con quién dejará a las chicas? El único que puede cuidarlas es Cam, a pesar de su inestabilidad psíquica. La decisión es dura para los dos. Para él porque tendrá que asumir una responsabilidad mayúscula; para ella porque se tendrá que ir lejos de sus hijas.

El gran acierto de la directora Maya Forbes está sin dudas en el casting, porque a Ruffalo lo acompañan dos grandes promesas de la actuación, como las dos actrices que hacen de las hijas. La química que hay entre ellas dos y el actor es de una sensibilidad de otro orden. Y hasta Zoe Saldana está bien, a pesar de que interpreta al personaje menos comprensible de la historia.

Sentimientos que curan es una película optimista, que no cae en golpes bajos, que sortea las dificultades con humor, con grandes actuaciones, con ritmo en la narración y con una banda sonora acorde al drama que cuenta. Pero el filme también significa el triunfo de Mark Ruffalo como actor, quien está excesivo, exasperante, desquiciado, desbordante, genial. Hacia el final se llora hasta por los codos al ver a ese inmenso actor mirándonos y entregándonos su arte así como si nada.