Señales de humo

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Señales de vida en las alturas. Aunque sus escenarios expongan distintos rincones geográficos, películas como La nostalgia del centauro (2017, Nicolás Torchinsky) o La siesta del tigre (2016, Maximiliano Schonfeld) se tocan en un punto: hay en ellas una mirada respetuosa y sensible sobre zonas de nuestro país en las que la vida diaria aparece signada por la rusticidad, las rutinas invadidas por la mansedumbre y la convivencia con el cielo abierto y los espacios inmensurables. En ese tono –esquivo para un cine argentino mayoritariamente hecho y visto por ciudadanos de clase media de las grandes ciudades– se encuentra Señales de humo, que sigue a un arriero y guardaparques de una pequeña comunidad del norte intentando resolver los problemas que presentan los servicios de telefonía e internet allí, a cuatro mil metros de altura.
Con excepción de algunos ligeros toques irónicos (los audios de reclamos por el mal servicio de internet, los mensajes de texto que se sobreimprimen en la pantalla en más de una ocasión, un rap final que parece innecesario), todo en Señales de humo es el detenimiento en eventualidades que parecen estirar el tiempo, como si las acciones fueran detalles insignificantes dentro del universo que las abarca. Desde cocinar o rezar hasta firmar un convenio (con papel y birome) o esculpir pacientemente en madera la figura de un animal, los habitantes de estos parajes parecen vivir de otra manera, con la piel curtida y una serenidad a prueba de amenazas climáticas o incidentes menores.
Si el documental de Sampieri (realizador tucumano con varios trabajos en su haber como guionista, publicista, productor y director, en nuestro país y en España) cobra interés, no es tanto por la historia mínima que despliega ni por las conversaciones –casuales, a veces algo ininteligibles por la pronunciación cerrada de los lugareños– sino por la expresividad de sus imágenes. Planos generales de sitios maravillosos y desolados, de árboles meciéndose al viento, de cielos majestuosos cuyas nubes blancas llegan a cubrir todo el plano en alguna ocasión, se combinan delicadamente con planos fijos sobre objetos o utensilios que acompañan la modesta vida del protagonista.
Sin dudas, hasta dónde y cómo llegan los progresos tecnológicos a una localidad tan apartada como ésta ubicada al NO de la provincia de Tucumán, es uno de los temas sobre los que Señales de humo procura despertar la reflexión de los espectadores; de hecho, los más jóvenes probablemente no reconozcan la radio a transistores que se ve y se escucha en determinado momento. Con la ayuda de la música, y aunque no haya armas ni un enfrentamiento heroico, puede verse a estos apocados hombres de a caballo como figuras de un western sosegado.

Por Fernando G. Varea