Selma: el poder de un sueño

Crítica de Verónica Stewart - A Sala Llena

El poder del contexto.

Un joven de no más de 25 años y sus padres corren por sus vidas. Entran a un café para resguardarse, pero dos policías los encuentran. El joven se para contra la pared y alza las manos. El policía dispara. El policía es blanco, el joven negro, y la escena no transcurre en el 2014 en Ferguson, sino en 1965 en Selma, Alabama. Este fragmento describe solo una pequeña parte de los eventos que transcurrieron cuando Martin Luther King decidió viajar a Selma e instar a sus habitantes negros a pelear por su derecho a votar. Para aquel entonces, la segregación ya era ilegal en los Estados Unidos, pero como suele suceder cuando la ley está más avanzada que la mente de los habitantes a quienes rige, los ciudadanos de Selma simplemente deciden ignorarla. Cuando King llega, lo primero que recibe como bienvenida es una piña, pero cada situación que pone en evidencia el racismo que encierra esta ciudad no hace más que convencerlo de que es “el” lugar donde debe estar. King es inquebrantable, e insistirá hasta que su misión se cumpla.

La historia de King es fascinante tanto a nivel narrativo como político. Es una historia con muchos matices y pequeñas anécdotas, todas dignas de ser contadas. Sin embargo, King es una figura histórica peligrosa a la hora de retratarlo en un film. Es muy fácil acabar por endiosarlo, o utilizar sus hazañas para apelar a la culpa de sus espectadores blancos y al resentimiento acumulado por años de maltrato de sus espectadores negros. Sin ir más lejos, esto último es lo que hizo 12 Años de Esclavitud, lo cual le consiguió un Oscar a mejor película.

Afortunadamente, Selma logra escaparse de estos estereotipos que tantas veces arruinan a las películas históricas. Ava DuVernay retrata a King como una figura admirable pero también como un hombre con errores, contradicciones y dudas. El guión logra combinar los brillantes discursos de King con la voz de aquellos que sufren en el transcurso de la lucha que él invoca, y la dirección presenta planos interesantes y originales. La musicalización del film es impecable: sirve no solo para situarse en el momento y el lugar en el que transcurre, sino también para adentrarse en la cultura negra que la produce.

Sin embargo, en otro momento histórico, quizás Selma no recibiría la atención que recibió. Es una película bien realizada e interesante, pero no está a la altura de la mayoría de sus competidores en los Oscars. He aquí el aspecto más interesante del film, aunque se encuentre por fuera del mismo: Selma nos recuerda que una película no es solo los aspectos técnicos y artísticos que la componen, sino también el contexto en el que se produce. El ver a un joven negro ser asesinado por un policía y entender la impunidad que él disfrutará es volver a ver los noticieros que anunciaron la muerte de Michael Brown y recordar la total impunidad de la que disfruta hoy quien le disparó, el policía Darren Wilson. En este aspecto, es interesante cómo Selma hace hincapié en la importancia de las noticias: King mismo admite que necesita que suceda algo espectacular frente a las cámaras para que la gente entienda el sufrimiento por el que la gente de Selma pasa.

Selma no es, entonces, una maravilla del cine por sí misma. Pero sí es un producto interesante y relevante en su época y atento a su coyuntura, que busca influenciar la cultura desde el reflejo de la misma. Quizás el mayor logro de la película sea haber encontrado dicho reflejo en una lucha que interesa a todos, y hacer entender a sus espectadores que la problemática que retrata sigue vigente.