Selma: el poder de un sueño

Crítica de Diego Papic - La Agenda

La última de las ocho películas nominadas al Oscar en estrenarse en la Argentina es la que viene con menos bombo, quizás un perfil bajo sólo comparable al de Whiplash: Música y obsesión, pero como además cuenta con el dudoso honor de haber recibido sólo una nominación más (mejor canción original) es sin dudas la película a descubrir.

Se trata de Selma, a la que le agregaron acá el subtítulo bobo de “El poder de un sueño”, y no cuenta la historia de ninguna señora llamada Selma sino del activismo de Martin Luther King en el pueblo de Selma, Alabama, para lograr que se cumplan las leyes que les permitían votar a los negros. Otra historia real (cuatro de las ocho nominadas lo son) que supera ampliamente a El código Enigma y La teoría del todo en intensidad y “prolijidad”” (dicho esto en el buen y en el mal sentido), pero no le llega a los talones a Francotirador sobre todo porque es mucho menos compleja ideológicamente y descansa con cierta pereza en una historia fuerte sin aventurarse en terrenos pantanosos (desconozco los detalles de la historia real, pero siempre los hay).

King es interpretado por David Oyelowo (uno de los hijos de Forest Whitaker en El mayordomo) con bastante solvencia y sutileza: un tipo tranquilo que se transforma en los discursos (en los que seguramente Oyelowo imita más que actúa) y aunque por momentos sus parlamentos cuando no está discurseando pecan de discursivos igual, resulta un poco llamativo que esté ausente de la categoría de Mejor Actor en los Oscars. Hubo acusaciones de racismo (tampoco fue nominada la directora Ava DuVernay, también negra y para colmo mujer) pero tampoco se me ocurre a cuál de los cinco hubiera podido reemplazar. En realidad sí: a Eddie Redmayne, pero como probablemente sea el que se lleve la estatuilla es mejor no llevarme el apunte.

La película elige empezar su relato el 14 de octubre de 1964 cuando King recibe el premio Nobel de la Paz y sigue con el atentado a la Iglesia Bautista de la Calle 16 -que en realidad ocurrió un año antes- en el que cuatro chicas negras de entre 11 y 14 años fueron asesinadas por miembros del Ku Klux Klan que colocaron varios dispositivos de dinamita debajo de las escaleras de la iglesia. Con esos dos hechos, Selma prepara el ambiente para lo que sigue.

Y lo que sigue es la lucha de King y sus compañeros para que el presidente Lyndon B. Johnson (Tom Wilkinson en un retrato que provocó no pocas polémicas entre los simpatizantes del presidente demócrata) firme una ley que prohíba la discriminación racial para votar. Una lucha que incluye negociaciones, debates incluso dentro las distintas corrientes de la militancia de los negros (pasan por ahí Malcolm X y estudiantes de la SNCC) y, por supuesto, las marchas de Selma a Montgomery, la capital de Alabama, que resultaron en violentas represalias de la policía local.

Hay que ser muy incompetente para no alcanzar una mínima intensidad con esta historia y estos actores: están por ahí Oprah Winfrey, también productora de la película, Dylan Baker haciendo de J. Edgar Hoover, Martin Sheen y Tim Roth en el papel del villano gobernador de Albama George Wallace. Y Ava DuVernay no es para nada incompetente, a pesar de un guión que se pasa de explicativo.