Secretos de matrimonio

Crítica de Lucía Roitbarg - EscribiendoCine

La mujer de mi prójimo, mi esposa, mi prójimo y yo

En una pareja el tercero en discordia es un conflicto común. Sin embargo, cuando los afectados son cuatro y los sentimientos de todos los implicados deben ser considerados, el problema es más grave aún. Este es el gran dilema que padecen los personajes de Secretos del matrimonio (Det enda rationella, 2009). Con momentos de tensión dramática manejados muy hábilmente, este film sueco pone de manifiesto la crueldad, la hipocresía y los misterios que los matrimonios encierran.

Las vidas conyugales de dos parejas amigas, Erland (Rolf Lassgard) y May (Stina Ekbland) por un lado, y Karin (Pernilla August) y Sven Eric (Claes Roosman) por el otro, se ven perturbadas por la pasión nacida entre Karin y Erland. Para alojar este affaire dentro de su concepción cristiana y en respeto a sus décadas de matrimonio, la solución políticamente correcta para todos resulta en la convivencia de los cuatro implicados, la cual por decantación terminaría con este encandilamiento de los amantes.

Que los problemas matrimoniales son proveedores vitalicios de recreaciones fílmicas no es novedad alguna. La amplitud de miradas para abordar la temática siempre resulta prometedora. Con este film la veta de la intriga que cada pareja representa para otras está quizás más presente. El estilo de vida de cada una, su forma de enfrentar los problemas, de mantener y reflotar la pasión, etc; son para algunos la fórmula para encontrar o bien la felicidad o al menos el equilibrio emocional. En Secretos del matrimonio, hay reuniones a las que varios matrimonios asisten para hablar de estos temas. Dichas reuniones están coordinadas nada más y nada menos que por Erlan y May y se realizan en el interior de un templo cristiano.

Más que acertada la decisión del director de plantear este conflicto enmarcándolo en un espacio donde la culpa y el pecado se regocijan por doquier. Y es acá donde la otra cara del deseo aparece, pues en esa avidez por conocer lo ajeno también resuena otro deseo por ocultar las más profundas verdades. En ese vaivén entre la hipocresía social y una intimidad oscura esta película encuentra su dosis de originalidad. Y, como si esto no bastara, decide juntar a los cuatro personajes bajo el mismo techo. Esta decisión le permite al director Jorgen Bargmark con mínimos recursos generar angustia en sus personajes, producir tensión entre ellos, y plantear lo irracional y enfermizo de esta “correcta” solución.

En un comienzo se hizo mención a la falsedad, la crueldad y el misterio que encierran los matrimonios. Se puede insistir en esta hipótesis y aventurar que estas cualidades están planteadas como inherentes a esta institución. La invitación al debate está más que presente en este film sueco y así es como se debe aprovechar su intención.