Secretos de matrimonio

Crítica de Fernando López - La Nación

Un triángulo de cuatro al estilo escandinavo

Secretos de matrimonio y un extraño experimento

¿Puede haber una solución racional cuando el problema es fruto de una pasión? Las dos parejas adultas involucradas en esta especie de triángulo de cuatro que propone Jorgen Bergmark creen que sí. Y por eso ponen en práctica, hasta donde pueden, un arriesgado plan que han elaborado más o menos por consenso. El planteo es sencillo y al mismo tiempo provocativo, y su propósito, examinar las conductas humanas cuando enfrentan un conflicto originado en las oscilaciones del corazón.

Son dos matrimonios ligados por la amistad entre los hombres, Erland y Sven-Erik. El primero y su esposa de años, May, representan algo parecido al matrimonio modelo y actúan como consejeros de parejas en crisis en las reuniones que realizan en el templo pentecostal y a las que suele asistir el segundo con su flamante esposa, Karin. Pero en una fiesta de cumpleaños, Erland conoce a la mujer de su amigo y la atracción mutua es inmediata, casi fulminante. La chispa no tarda en encenderse. No les queda otra salida que reconocer lo que les sucede y contarles la verdad a los respectivos cónyuges. Ahí llega la solución racional a la que el título original se refiere, probablemente con cierto sarcasmo.

La propone Erland, líder natural del grupo por carácter y por ser el más versado en conflictos matrimoniales, al menos en teoría: vivirán todos bajo el mismo techo y respetarán ciertas reglas estrictas de conducta, con las que buscan evitar que alguien salga herido. La liberalidad sueca y la fría racionalidad ayudarán a dominar celos, dolor o frustración, suponen. Y también que la relación adúltera no durará demasiado y todo podrá volver a la plácida normalidad del principio.

Seguir este curioso experimento de convivencia le permite a Bergmark indagar -entre el humor y el drama- en los conflictos que viven íntimamente los personajes, las arduas pruebas que cada uno debe afrontar para adaptarse a la nueva situación y las tensiones, manifiestas o no, que crecen entre ellos. Todo ese tramo, favorecido por la sutileza con que el realizador desnuda a sus criaturas y apuntalado por el trabajo de cuatro actores admirables, es el más jugoso del film y el que estimulará la discusión. El desenlace, en cambio, resulta tranquilizador, pero no demasiado convincente.